domingo, 24 de mayo de 2009

Un mal muy viejo en Santo Domingo

Confieso que opinar de la producción de agua potable y de energía eléctrica es un asunto reiterativo y creí que iniciándose el siglo 21, los dominicanos o quienes existimos desde Trujillo superaríamos esta terrible frustración. ¿Avanzamos, no avanzamos? ¿Dónde estamos?

El primer compromiso del Estado dominicano con la sociedad y de la sociedad con
el Estado ha de ser la solución definitiva del agua y la energía eléctrica,
independientemente de que constituyan asuntos premodernos, en un contexto global
de la posmodernidad. Y esto tiene que asumirlo cualquier gobierno de cualquier
partido político.


Por lo pronto, las autoridades gubernamentales deberían informarle al país, sin ánimo propagandístico, sin publicidad, pero con palabras sencillas y precisas, qué tipo de soluciones existen en procesos a un problema estructural. Identificar o presentar cuáles son las soluciones inmediatas, de mediano y las de largo plazo. A un problema estructural, solución estructural.
¿Cuántos acueductos se han sido construidos en el país, sus demarcaciones, su cobertura y la demanda que estarían satisfaciendo para una población que crece anualmente?
El sector agua potable podría presentarle al país un mapa, por ejemplo, donde quede identificado cada acueducto construido en los últimos 15 años, por poner una referencia. Si estamos hablando de construcciones en proceso, los recientemente construidos y los proyectos en atención a las demandas nacionales.
Lo mismo podría hacer el sector eléctrico. Díganle al país cuál es el nivel de desarrollo hasta ahora alcanzado respecto a la demanda nacional. Cuál es la capacidad instalada, su capacidad de respuesta, las condiciones físicas de nuestro parque energético. Qué tenemos, qué nos falta por tener y qué estamos haciendo para que lo faltante esté a un tiempo prudente.
Díganle al país, sin muchas palabras y con más imágenes, cuál es la composición de nuestro sistema eléctrico: empresas distribuidoras, empresas cobradoras, empresas productoras, sobre las hidroeléctricas. Y si no es mucho pedir, ¿cuál es y ha de ser por siempre el papel de la Superintendencia de Electricidad y de un organismo al que hacen llamar de protección al consumidor? ¿Son Edusur, Edenorte y Ede-este empresas estatales?
No tenemos que culpar, a estas alturas del juego, a ningún gobierno en particular. Ya nada de eso importa. Qué se hizo, qué se dejó de hacer, por qué no se hizo. Nada de eso importa. Es el pasado, y de pasados perfectos e imperfectos tenemos demasiado. La sociedad está agotada de mirar hacia atrás buscando a un culpable o de medir el tamaño de cualquier error.
Cuanto deberíamos de preocuparnos es de las soluciones. Qué estamos haciendo hoy para superar los males que hemos heredado o que estamos arrastrando desde que Cuca jugaba con bolas o desde el mismo momento en que Lilís decretó la prohibición de escupir redondo. A mí, en lo particular, no me interesa qué pasó, sólo tengo interés en qué y cómo lo haremos.
Presumo que nuestras autoridades están trabajando. Pero la percepción es otra. Y creo que el error consiste en concebir una gestión para la información cuando deberíamos construir una relación de confianza con el ciudadano y la sociedad desde una gestión de la información para la comunicación de la información con el ciudadano y la sociedad. Fortalecer la confianza.