martes, 29 de septiembre de 2009

Quién soy y qué quiero ser...

No hubo un milagro en Japón para sobreponerse a su empobrecimiento y a los efectos de la bomba atómica. Es una isla compuesta de cuatro islas, con una población de más de 120 millones de personas e igual ha ocurrido en Taiwán, tampoco hubo un milagro ni cosa parecida. Sencillamente apostaron a un futuro, a un plan, a una proyección de sus vidas y explotaron sus potencialidades a partir de definiciones bien claras: quiénes somos, qué podemos ser y podemos hacerlo. Se organizaron.
Nosotros, una isla en el Caribe, hemos entrado al siglo XXI de la misma manera que salimos del siglo XX: sin compromisos de nadie, absolutamente de nadie, en torno a un proyecto de nación en el que todos estemos de acuerdo en exactamente decirnos quiénes somos, qué podemos ser y tenemos que lograrlo. Una historia parecida tuvo Estados Unidos, cuando en el siglo XVIII logaron su independencia y trazaron un camino a partir de sus necesidades y el futuro deseado para Norteamérica.
Tirarle a las garzas es hablar de la calidad de nuestro sistema educativo, por ejemplo, sin decirnos qué ciudadanos queremos construir, qué ciudadanos necesitamos desde el presente de nuestro país de cara al país que queremos construir.
Machaquemos lo siguiente: el ciudadano que queremos construir para qué tipo de país, de nación. ¿A qué país y/o nación aspiramos? ¿Qué papel queremos jugar en el mundo y en nuestro entorno más inmediato desde cualquier punto de vista? ¿Queremos ser peloteros, una factoría turística, un país de zapateros? ¿Una gran zona franca? ¿Agroexportadores? ¿Qué?
Si queremos ser zapateros, entonces tenemos que prepararnos para tal fin, sabiendo, como es natural, qué haremos cuando todos seamos zapateros, porqué y para qué optamos por la condición de país/nación de zapateros. Y si optamos por la zapatería entonces desde la escuela tienen que formarnos como genuinos zapateros, con principios, valores, con capacidad de razonamiento y/o discernimiento para competir con un mínimo de dificultades entre nosotros mismos, en nuestro entorno más inmediato y en el globo, como totalidad, como espacio habitado por personas deseosas de tener zapatos.
Japón y Taiwán han progresado al margen de cualquier milagro. Se propusieron convertirse en potencias económicas. Nosotros podríamos lograr muchas cosas: convertirnos en horticultores, porcicultores, productores de arepas…..condiciones hay para levantarnos más rápido que Lázaro y actuar; pero requerimos, ya, organizarnos mediante el compromiso de qué queremos, qué país queremos y en cuánto tiempo podremos construir el país, la nación, a la que aspiramos. Un proyecto de nación jamás es un discurso político ni siquiera en momentos electorales. Es un camino de compromiso, sin reversa. Es la vida.