Cuando todos tengamos la oportunidad de leernos y releernos la nueva Constitución posiblemente encontraremos razones para defenderla o, por lo menos, para promoverla aunque con timidez o reservas. A alguien le corresponderá la tarea de modificar la percepción ciudadana respecto de que este no el texto esperado, que alteraron la consulta popular y de que habrían eliminado tantas cosas que la le quitaron los pies y los brazos.
Probablemente este nuevo documento constitucional necesitará de mayores argumentos para convertirlo en la propuesta ideal, que pueda satisfacer el apetito de quienes defienden la idea de una constituyente. Sin embargo, comparto plenamente lo externado por el señor Eduardo Jorge Prats: ver la reforma constitucional como un comienzo y nunca como un resultado final. Es una visión sabia, pues recomienda una pedagogía ciudadana, construir ciudadanía desde su discusión y aplicación.
El agua aún es turbia, muy turbia, y pareciera que dos señores de la oposición, Milton Ray Guevara y el propio Jorge Prats, se quedaron solos enfrentando, desde una aparente minoría, a una rabiosa mayoría, lo cual es admirable y dice mucho de cuán convencidos están en relación a la movilización social y política para debatir modificaciones a la Constitución. En un país donde nadie cree en nada ni en nadie, donde estamos perdiendo la fe hasta en sí mismos, es loable la labor emprendida.
Tenemos un nuevo texto constitucional que circulará con muy poco crédito a su favor, que sin dudas tiene saltos cualitativos de la misma manera que encontraremos mandatos, normas, que quisiéramos borrar para siempre, que nadie, absolutamente, reivindicará.
No obstante, insisto en verla con el criterio filosófico de Jorge Prats, como un gran inicio, consciente todos de que posiblemente podemos lograr mucho más, y tal vez en poquísimo tiempo se querrá hacerle cambios; y lo importante parea mi es la conciencia social de qué país queremos y a qué ciudadanos aspiramos.