angel barriuso/junio de 1991/revisión
La democracia que habita en la República Dominicana podrá ser fruto de un país subdesarrollado o en vía de desarrollo, atípica, de un país de capitalismo tardío, de debilidad institucional; pero es nuestra democracia, con palito de coco, de arroz, habichuela y carne. Es la propia democracia de nuestro propio nivel de desarrollo.
Nuestra democracia responde, creo, a valores nuestros, innatos, y cada país, según su nivel de desarrollo socioeconómico y cultural, se permite un modelo democrático, su propio modelo. Y creo que erramos cuando asumimos una revisión crítica de nuestra democracia a partir de interpretaciones intelectuales a la seca, tomando como referencia valores universales como si de un momento a otro quisiéramos renunciar a la dieta diaria para adaptarnos a un régimen basado en alimentos jamás producidos por nuestros campos, jamás propio de nuestra cultura alimenticia.
Entender el alma nacional podría ser la clave. Entender el alma de la democracia nacional, con sus imperfecciones, es adentrarnos a nosotros mismos. Es comprendernos. Las referencias documentales o conceptuales es bueno, pero nunca para desdibujar nuestros valores, tradiciones, estilos de vida. Todo proceso correctivo o de fortalecimiento estimo debe partir de lo que somos.
Nuestra conformación cultural genera patrones que irán, estimo, íntimamente ligados al cordón umbilical de nuestras instituciones políticas. En modo alguno trato de justificar los desaciertos, los errores, los fracasos, las fallas. Lo inútil es tratar de borrarnos, de creernos otros, cuando ya somos. Reconstruyamos nuestra democracia, así estamos de acuerdo, partiendo de lo que somos.