lunes, 1 de marzo de 2010

Un rock an roll en las yerbas

Angel Barriuso / versión en proceso de corrección /cuento

Para que hagamos el amor tienes que besarme, le dijo el hombre al otro hombre. Uno de ellos es joven, tal vez con 24 años. Si no me besas no te pago, le dijo el más viejo. Solos, ambos, en un cuarto pequeño de un hotelucho de factura china. Y entonces me contó sobre las diferencias de besar a una mujer, que la espalda de los hombres es áspera, que lo quieren todo, cual mujeres bonitas, que lo acaricien, que aquello y que lo otro.
- A principio es difícil, luego te acostumbras.
- ¡Qué te acostumbras!
- Pienso que si, porque al final el placer sigue siendo un placer. Supongo que es lo mismo. Puede ser algo así como la misma vaina.
- Sí, pero en una tú sales y en el otro tú entras. ¿No te parece? ¡No creo que pueda uno acostumbrarse! ¿Lo abrazaste como si fuera una mujer?
Él había abandonado sus estudios en el Liceo Paraguay. Corrían los años setenta. No se a quién conoció ni de sus juntillas. Su cambio fue notorio. Seguí siendo su amigo muy a pesar de que todos se alejaron de aquel muchacho. Su madre, ya muy vieja, cosía, era modista, un oficio del barrio para sobrevivir a duras apenas. Cuando abandonó aquel hotelucho chino ya había hecho el amor con el hombre de hablar pausado, con las delicadezas en sus ademanes de una falsa mujer. Yo le llamaba “Jabao”, a mí me decían “Caco de Erizo”, porque cuando me pelaba bajito, el pelo rizo se erizaba.
Yo apenas cumplía 18 años, y él quiere enseñarme la vida. Su otro mundo comenzó con el consumo de unas pastillas que llamó “toquilón”, que muy pronto cambió por la marihuana, hierba que alternaba con cáscara de guineo, ya seca, puesta al sol, que molía para prepararse un cigarrillo barato. El “toquilón” lo enloquecía. Le transformaba los ojos, se les volvían cristalinos, transparentes, lagrimosos. Y se creía bailarín y cantante, siempre con palabras en inglés, “en el inglés de discos”. Era un fanático del rock an roll de los cincuenta y de los sesenta: Chuck Berry, Little Richard, Aretha Franklin (la Lady Soul). Se entristecía al hablarme del “día que murió la música”, cuando en un accidente de aviación murió Buddy Holly, pero también Ritchie Valens y Big Bopper, tragedia llevada al cine en una película sencillamente melancólica. Y Richie Valens fue nuestro preferido. Muy jóvenes desaparecieron en medio de una fama que iba en aumento.
En su casa conocí los LPs de los más famosos del rock and roll. Yo seguía a Cortijo, con Ismael Rivera y su perfume de rosas, a Cucho Avellanet y su magia blanca tú eres, a Paul Anka en cualquiera de sus canciones o a los Plateros, hasta que Radio-Radio inició su programa vespertino “la nueva ola”, rock and roll en español: Enrique Guzmán, Sol Ye-Yé, Palito Ortega, Alberto Vásquez. Eran otros tiempos, otra música. A ambos nos gustaba “La casa del sol naciente”, una canción en inglés y en español.
Hay un lugar en la ciudad Por donde sale el sol Y nací entre el llanto y dolor En la miseria y sin amor Mi padre no lo recuerdo Jamás lo conocí Mi madre no era buena y se fue Dejándome a sufrir Yo solo siempre e estado o ooo.. Nadie me espera allí Cargando cosas para vivir así hasta morir Oh madre dile a tus hijos Que no hagan lo que yo Perdido en la ruina pecado y dolor En la casa donde sale el sol Hay un lugar en la ciudad Por donde nace el sol Y nací entre el llanto y dolor En la miseria ...
Jabao cayó preso y estuvo en La Victoria durante un largo mes. Había robado junto a una cuadrilla de difícil tratamiento personal por sus aventuras y reincidencias. Algunos de estos cacos vivían en La Yaya, parte atrás. Cuando volvió a las calles era un muchacho adelgazado, medio envejecido, con una mirada apagada, taciturna. La dicha le duró poquísimo. Al segundo sábado de su libertad corrió la noticia como pólvora: quemaron al Jabao, le echaron encima un caldero de aceite caliente. Y en efecto, así ocurrió. Enamoró a la dueña de una freiduría y la habría molestado tanto que la mujer, enfadada o posiblemente atemorizada, le arrojó sobre su cuerpo la sartén llena de aceite caliente, muy caliente. Y este muchacho corrió por las calles sin rumbo alguno.
- Estaba loquísimo, viejo. Me di un par de “toquillones”.
- Y…¿cómo te sientes? ¡Una quemá de ese tipo debe ser la del diablo!
- Viste la vieja, ¿cómo está élla?
- Tu mamá está bien. Es la gente la que habla mucho. Tu mamá sigue con su máquina de coser que ni mira para arriba. Sabes más que yo cómo es.
-No sabía lo que estaba haciendo. Nada más recuerdo que quise ponerle la mano por detrás y luego sentí un calentón. Salí corriendo sin darme cuenta que dolía. Cuando uno está “elevao” todo lo vemos bueno y buenísimo. Tú no sabes de eso. Es una maldita vieja pero la vi buenísima, con un buen follón.
El Jabao quiso manosear a la vieja de la freiduría. Hay gente que al salir de la cárcel desmejora. Su conducta se vuelve un desastre, y al parecer esto estaba ocurriéndole a mi amigo. Lo que se dijo en la calle, él me lo confirmó: había tenido relaciones sexuales involuntarias con hombres de la cárcel. Y claro, habrá salido sin ninguna moral ni decencia, quizás lleno de apariencias, como cuando en medio de la oscuridad llevamos una mano en el bolsillo para hacer creer que vamos armados. Ya no era el mismo hombre de andar rápido y medio juguetón. Era visto cabizbajo. Al salir del hospital me mostró su cuerpo desde la cintura para arriba. Parte del pecho, un trozo de la espalda y el cuello se notaban muy feos. Eran dos tipos de piel: la quemada, que mudó como una culebra, y la otra, medio oscura y manchosa. Y pensar que al hablar de los hombres con quienes se acostó por dinero, su principal queja fue la espalda, que describía con la vista fija en el suelo como algo “mentacoso, como una melcocha Y lo jodón es besar a un hombre. No es la misma lengua. Una mujer es otra cosa, viejo”. Estuvo enamorado de Juanita, una bonita evangélica a quien en ocasiones acompañó a la escuela nocturna del liceo Unión Panamericana. “Eso es diferente, Caco de Erizo. La tipa tabién, me gusta, nos gustamos. ¿Le ha visto el cabello, no te has fijado? Con tu cabello en mi hombro, diría Paul Anka, y yo se que esa canción te gusta. ¿Sabes que Paul Anka es de Canadá? Me lo creía de Estados Unidos, como Nueva York, negro y alto. El rock and roll es de negros, porque, mira, muy pocos blancos cantan bien o requetebién como lo hacen esos negros. Los blancos tienen la voz diferente y los negros como que encolan”. El dinero de los hombres lo gastaba en sus gustos y algunas veces en Juanita.
-La canción de Paul Anka no dice así. No es “con tu cabello en mi hombro”, es con tu cabeza en mi hombro…. Y entonces dentro de mí oí la canción, completa, en su voz original, mientras conversaba con mi amigo: “Tu cabeza en mi hombro, quiero yo tener siempre, acaríciame, cielo, si me quieres tú. Quiero tener tus labios, demuestra que me quieres, un beso tuyo, nena, de dudas me sacará. Quiero ver, si es verdad, que amor nunca existió, quiero saber, si no es verdad, que a ti yo te interesé. Tu cabeza en mi hombro me dirá ahora, nena, lo que siempre he dudado, que me quieres de verdad. Tu cabeza en mi hombro, me dirá ahora, nena, lo que siempre he dudado, que me quieres verdad, tu cabeza en mi hombroooo”.
-Se que no dice así, es que tengo que ponerla como me cuadre, viejo.
Casi quedo convencido de que mi amigo saldría del hospital como un hombre hecho y derecho, porque a quien le queman el pecho y media espalda con aceite bien caliente, cual bofe en una paila, es para que jamás se equivoque. A la vieja, nada le hicieron. A los adictos, nadie los quiere. Y el Jabao es un buen tipo, es un buen amigo. ¿Qué buscaba? ¿Qué yo nunca repitiera sus errores? ¿Compartir sus andanzas? ¿Desahogar conmigo sus penas o desdichas? Lo ignoro. Pronto volví a verlo próximo al liceo donde estudiaba la novia. De muy mal aspecto, medio borracho o drogado. Tal vez una cosa o las dos cosas. Me sentí apenado, triste, dolido, avergonzado. Recordé a Caquito, un morenito, atrapado en mayúscula situación, de quién se burlaron muchas veces porque de buen vestir pasó a lo peor y andaba las calles de un lado a otro medio despistado porque presuntamente “una nota” lo dejó fuera del mundo real, nunca recuperó la sintonía con la realidad. Habría consumido demasiada marihuana, aunque el rumor es que “ligó” la yerba con pastillas.
-Si no comes bien no puedes ni fumarse un tabaquito, me comentó Kilo, el hijo de Tatica. Hay que comer bien porque hasta el romo te pone loco.
¿Qué ocurrió con el Jabao aquella noche? ¿Lo habría dejado la novia? ¿No la vio? ¿Se fue con otro hombre? Nunca lo supe ni lo sabré. ¿Perdió el entusiasmo? Estuvo muy enamorado. Dos o tres veces a la semana salía a esperarla debajo de un incipiente flamboyán, sin bombilla alguna en todo su alrededor. Le basaba los dedos, le acariciaba las orejas, le besaba el cuello y si no veía nadie en la calle, le desnudaba el pecho. Se gozaban porque efectivamente Juanita se sentía bien con este muchacho. No había dudas de la pasión. El recorría su cuerpo sin que se le olvidara el camino. Y élla lo aceptaba complacida. Un día cualquier guardó su ropa interior. Es un recuerdo. Lo inexplicaba es que el Jabao desapareció, ni su vieja supo nada. He preguntada, y nada, absolutamente. Desapareció. Luego su madre, de rostro inexpresivo, y siempre con los pies sobre los pedales de la máquina de coser, seguía esperándolo, porque a él le gusta sembrar. Una matita de muchas hojas crecía en un tarro, y el Jabao la sacaba al patio para echarle agua, y volvía arrinconarla en la cocina. Y mientras, tiempo después, lo recuerdo mientras escucho en la radio precisamente a Aretha Franklin:
Uh check this out / All my friends have to ask if i'm shattered / i say the past is the past and it no longer matters / i've made my mind up, i can make it / i'll be fine even if i got to fake it / i'll keep survivin', ooh / Another night without you / another night night, i know i can get through / another night, it's only / another night, i won't be lonely another night / another night, it ain't much / another night without your touch…. Algo así como que todos mis amigos tienen que preguntar si estoy destrozado / yo digo que el pasado es el pasado y ya no importa / He hecho mi mente, puedo hacerlo / Voy a estar bien, incluso si tengo que fingir / Seguiré súper divino/ ooh / Otra noche sin ti / otra noche, sé que puede / otra noche, es sólo / otra noche, no voy a estar solo / Otra noche / otra noche / otra noche, no es mucho / otra noche sin su toque. ….