lunes, 26 de octubre de 2009

Sobre las bombillas que apagamos

Para los extranjeros debo aclarar que este artículo narra lo que ha
venido ocurriendo en República Dominicana desde la mitad del siglo XX hasta
la fecha en un renglón tan vital para el desarrollo de cualquier nación: el
servicio de la energía eléctrica. Este texto fue publicado por quien
suscribe este blog en el periódico Diario Libre, para el cual colabora.
El 16 de enero de 1955, Trujillo emitió el decreto 555 para la compra de la Compañía Eléctrica de Santo Domingo, pagando la suma de trece millones 200 mil pesos, y desde entonces el Estado pasó a producir y distribuir un servicio para su venta y cobro mediante lo que pasó a llamarse "Corporación Dominicana de Electricidad (CDE)".
El país comenzó a crecer, y fueron construidas distintas hidroeléctricas. Sin embargo; la capacidad física instalada para servir la energía fue quedándose atrás e igualmente la reinversión en su mejora técnica, eficiencia y efectividad. El sistema fue colapsando, a lo cual la sociedad agregó, como elemento causal, las fallas administrativas o gerenciales de la CDE.
En los diez años últimos de los gobiernos de Balaguer se buscó una solución mediante su privatización. Y de ahí, las empresas conocidas por las IPPs, para darle respuesta a una crisis en el suministro, que asomó a mediados de los años setenta, y veinte años después repitió con mayor gravedad, y como resultado quien pudo cambió las velas por inversores, hubo compra de plantas particulares para hogares y empresas, y el turismo y zonas industriales decidió independizarse mediante la compra plantas propias.
A la llegada del presidente Fernández en el 1996 se asumió el criterio generalizado en casi toda América Latina y parte de Europa de traspasar al sector privado las empresas en manos del Estado. La privatización, pero en República Dominicana nos inclinamos por la llamada capitalización. Hubo una declaración de sociedad, en la que el Estado continuaba en propiedad o socio con el 50 por ciento de las empresas estatales.
Fruto de la capitalización, el sistema se subdividió en generadores, distribuidores, hidroeléctricas/CDEE. Con esto, una Superintendencia de Electricidad, con su respectiva oficina de protección al consumidor. Se estableció una jerarquía, y no ha funcionado.
En los hechos, la Superintendencia nunca ha sido tal cosa, la CDEE se comporta como una Superintendencia, pero se ha heredado de la empresa Unión Fenosa, una mayor organización en el cobro del servicio. La Unión Fenoso fue la que asoció al Estado dominicana a través de las empresas Edesur y Edenorte.
El Estado quedó socio de empresas generadoras y/o productoras e igualmente en la distribución y/o cobro. También subsidia al sistema. Según los números publicados, mejoró la capacidad instalada y podría satisfacer la demanda, de tal modo que hoy hablamos de “apagones financieros”, aunque persisten las deficiencias en el cableado que recorre barrios y ciudades. Y que se cobra y no se cobra, y sobre la estructura del coste de producción en relación de los beneficios y precio final recibido por el cliente/ciudadano.
Hoy disponemos de un sistema eléctrico semiestatal y con un subsistema de cobro, heredado de las Edes -como ya dijimos-, que opera más o menos organizado. Sin embargo, en ninguna de las Edes escuchan el reclamo de ningún ciudadano, lo cual atropella las relaciones con sus clientes, y el ciudadano percibe que se abusa en su contra, en su calidad de cliente.
Ahora bien, ¿es el administrador o director de la CDEE el jefe del sistema eléctrico? ¿Cuál es la cabeza del sistema eléctrico, quién dispone remedios o la revisión del aparato en los momentos de crisis? ¿Es la Superintendencia la líder del sistema? ¿Dónde inicia y termina el derecho del ciudadano y deberes del sistema eléctrico sobre el ciudadano? ¿Dónde comienza y termina la relación de propiedad del Estado dentro de este sistema? ¿Aguantará el ciudadano los constantes aumentos del precio que paga por el servicio?
En la calle, en cualquier conversación, surge el criterio de que el gobierno que deje resuelto el problema eléctrico se casará con la gloria. Y de esto, nadie tiene duda.