Diversas mercancías han llegado al mercado y la sociedad, expuesta permanentemente a las ofertas, parece medio agotada. Hoy se queja de las frutas que observa podridas y de aquellas en proceso de corromperse. Se cuestiona, en la plaza, cuanto entra al ritmo de los acontecimientos, y el cuestionamiento a todo, absolutamente a todo, terminará en una nueva corriente de pensamiento respecto a lo que existe.
La historia de la humanidad trae ejemplos de sobra en relación a acontecimientos de igual naturaleza. Perdemos la fe y cuando se pierde entramos precisamente en un proceso de construcción de nuevas aspiraciones o del replanteo de la propia fe. ¿En qué creo, en quién creo, en qué debemos creer o en quiénes debemos creer?
La pérdida de la fe es una pérdida de la confianza, y cuando dejamos de confiar posiblemente hemos perdido la credibilidad. Cuando se nos otorga un crédito es porque quien lo hace ha confiado y tiene fe en que podemos pagar y pagaremos. Quién ha depositado la confianza en alguien está convencido de su credibilidad, de referencias, en los antecedentes y en un presente compartido.
El presente está íntimamente vinculado al futuro, y cuanto lo cuestionamos todo desde la perspectiva del presente, de lo que tenemos ante nuestros ojos y oídos, de nuestra percepción y realidad, subyace un temor por nuestro futuro, esto es igual a la resistencia que hacemos a la posibilidad o a cualquier posibilidad de que el futuro se convierta en una nube incierta. Y esto explica el dicho de que la luz es el camino.
Se progresa en la medida en que cuestionamos. Quien tenga ojos que vea, quien tenga oídos que oiga pero jamás podemos vivir en la indiferencia absoluta. Podríamos, en cualquier caso, tratar de ser indiferentes como mecanismo de defensa. La ciencia y la tecnología han avanzado en la medida de la rebeldía. De la inconformidad.
Siempre debemos pensar en que podemos hacerlo mejor, mucho mejor. Hemos alcanzado las metas de unos objetivos bien claros. Hecho esto, ¿qué cuánto podríamos continuar? Sabemos que existimos, ahora, ¿qué haremos con la existencia?
Obvio, organizarnos en torno a la existencia, porque terminaremos cuestionándonos en un pasado siempre indefinido, y entonces nos revolcaremos innecesariamente en la agonía de lo que ya pasó, medio anarquizados, sin rumbo, y el rumbo jamás podemos perderlo, porque todo cuestionamiento ha de llevarnos hacia nuevas formas de existencia, hacia una mayor calidad de la existencia y del entorno. Cuestionarse ha de conducir hacia nuevos paradigmas. Es replantearnos, reconstruirnos. Superarnos.