martes, 15 de marzo de 2011
lunes, 7 de marzo de 2011
Del 27 de febrero al 1916
Ángel Barriuso/independencia nacional
No lo he visto pero un amigo me dijo que en uno de los ingenios de San Pedro de Macorís vio una tarja en la cual se afirma: 26 de febrero de 1844, Día de la Independencia Nacional; y con plena razón el amigo Horacio se mostró inquieto porque en su vida estudiantil siempre recibió la información de que el día 27 de febrero fue cuando se escuchó el trabucazo para proclamarnos libre del yugo haitiano.
No obstante el día, esta independencia del dominio haitiano sobre nuestro país fue relativamente efímera, aunque no tanto como aquella encabezada por el doctor José Núñez de Cácares, en el año 1821, quien inmediatamente invitó a Haití a celebrar el acontecimiento para que dos Estados pudieran compartir la isla de muy buenas maneras, es decir como excelentes vecinos: dos Haití en una misma isla.
Sin embargo, la invitación de Núñez de Cáceres habría sido recibida por los haitianos como su gran oportunidad, de tal suerte que en 1822 fuimos ocupados por el Haití de origen francés que se adueñó por 22 años del Haití Español, precisamente en un mes de febrero. La recuperación de nuestro territorio, que estuvo en manos de los haitianos, nos dejó en un Estado nacional y con nombre propio hasta el 1861 cuando optamos por volver a España en condición de colonia, por razones rediscutidas.
He aquí el tema. En 1822 se produjo una lucha anticolonial, muy propia de lo que acontecía en el resto de América hispánica. Grupos criollos (nacidos y criados en el territorio colonizado) auspiciaron la necesidad de apropiarse de su propio destino con movimientos anticolonialistas o de independencia. Podría decirse –sin ánimo de competir con ningún historiador, simple curiosidad personal- que se trató de luchas por la definición de una identidad, por la visibilidad política de una nueva cultura, un nuevo territorio, valores nativos o criollos que evolucionaron paralelos a los valores impresos por los dominios coloniales. Una perspectiva de lo nacional, de la defensa del yo, de la existencia comprobada de un nuevo continente, con sus hábitos y patrones de vida.
¿Por qué llamar independencia nacional a la lucha contra la ocupación haitiana de 1844 cuando la rotura con el colonialismo fue precisamente en 1821?
En 1916 fuimos ocupados por tropas estadounidenses, y hasta el 1924 se constituyeron en el centro de las decisiones administrativas y políticas en nuestro territorio. ¿Fuimos tratados como colonia? ¿Cómo llamar al episodio histórico de 1863? ¿Simple restauración? ¿Cómo podríamos bautizar el hecho de desocupación norteamericana en 1924, restauración? ¿Por qué la lucha anticolonial de 1863 es un proceso de restauración, porque simplemente volvíamos al concepto duartiano? ¿Habría sido Núñez de Cáceres la pauta de guerra de independencia, la idea de un Estado nacional?
Obvio, la lucha contra Haití fue de independencia pero creo que la gran batalla independentista ocurrió en 1863 porque fue el acontecimiento de corte radical del cordón umbilical que históricamente nos ató al origen colonial hispánico en el siglo XIX, porque en el 1916 se materializa la decisión de nuestras naciones por la defensa de nuestra naturaleza en el siglo XX, por la restauración de nacional, de lo propio.
No lo he visto pero un amigo me dijo que en uno de los ingenios de San Pedro de Macorís vio una tarja en la cual se afirma: 26 de febrero de 1844, Día de la Independencia Nacional; y con plena razón el amigo Horacio se mostró inquieto porque en su vida estudiantil siempre recibió la información de que el día 27 de febrero fue cuando se escuchó el trabucazo para proclamarnos libre del yugo haitiano.
No obstante el día, esta independencia del dominio haitiano sobre nuestro país fue relativamente efímera, aunque no tanto como aquella encabezada por el doctor José Núñez de Cácares, en el año 1821, quien inmediatamente invitó a Haití a celebrar el acontecimiento para que dos Estados pudieran compartir la isla de muy buenas maneras, es decir como excelentes vecinos: dos Haití en una misma isla.
Sin embargo, la invitación de Núñez de Cáceres habría sido recibida por los haitianos como su gran oportunidad, de tal suerte que en 1822 fuimos ocupados por el Haití de origen francés que se adueñó por 22 años del Haití Español, precisamente en un mes de febrero. La recuperación de nuestro territorio, que estuvo en manos de los haitianos, nos dejó en un Estado nacional y con nombre propio hasta el 1861 cuando optamos por volver a España en condición de colonia, por razones rediscutidas.
He aquí el tema. En 1822 se produjo una lucha anticolonial, muy propia de lo que acontecía en el resto de América hispánica. Grupos criollos (nacidos y criados en el territorio colonizado) auspiciaron la necesidad de apropiarse de su propio destino con movimientos anticolonialistas o de independencia. Podría decirse –sin ánimo de competir con ningún historiador, simple curiosidad personal- que se trató de luchas por la definición de una identidad, por la visibilidad política de una nueva cultura, un nuevo territorio, valores nativos o criollos que evolucionaron paralelos a los valores impresos por los dominios coloniales. Una perspectiva de lo nacional, de la defensa del yo, de la existencia comprobada de un nuevo continente, con sus hábitos y patrones de vida.
¿Por qué llamar independencia nacional a la lucha contra la ocupación haitiana de 1844 cuando la rotura con el colonialismo fue precisamente en 1821?
En 1916 fuimos ocupados por tropas estadounidenses, y hasta el 1924 se constituyeron en el centro de las decisiones administrativas y políticas en nuestro territorio. ¿Fuimos tratados como colonia? ¿Cómo llamar al episodio histórico de 1863? ¿Simple restauración? ¿Cómo podríamos bautizar el hecho de desocupación norteamericana en 1924, restauración? ¿Por qué la lucha anticolonial de 1863 es un proceso de restauración, porque simplemente volvíamos al concepto duartiano? ¿Habría sido Núñez de Cáceres la pauta de guerra de independencia, la idea de un Estado nacional?
Obvio, la lucha contra Haití fue de independencia pero creo que la gran batalla independentista ocurrió en 1863 porque fue el acontecimiento de corte radical del cordón umbilical que históricamente nos ató al origen colonial hispánico en el siglo XIX, porque en el 1916 se materializa la decisión de nuestras naciones por la defensa de nuestra naturaleza en el siglo XX, por la restauración de nacional, de lo propio.
Gobernar es un servicio del Estado
Ángel Barriuso/gobernar
Desde la perspectiva de los gobiernos municipales o locales, lo mismo que desde un asiento en la presidencia de la República, gobernar es un servicio del Estado.
En una sociedad pautada por procesos electorales para la remoción y/o renovación de su liderazgo gubernamental, la burocracia estatal es un servicio al ciudadano.
Igualmente, los policías constituyen servidores públicos, y los miembros de las Fuerzas Armadas, y aunque podamos verlos circunstancialmente como muy superiores, están para servir al ciudadano, a la sociedad, en cuanto a los asuntos de soberanía, de preservación o defensa de los espacios marítimos, aéreos y territoriales.
¿Quién paga a los servidores públicos?
El ciudadano. Y lo hace al través de los impuestos, por vía directa o mediante el consumo de bienes y servicios.
Luego, ¿cuál ha ser la relación de quien ejerce el poder en calidad de gobernante con quienes ejercen su poder en calidad de ciudadano? De franca transparencia, de derechos y deberes, de obligaciones, responsabilidades, y de compromisos de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba.
Esto es la teoría, el mundo ideal.
¿Es el político ascendiente un extraño en lo que respecta a nuestra vecindad, nuestra condición barrial, social, hábitos y costumbres?
Jamás. El político militante, activo, miembro o no de un partido político, aspira al poder, a gobernar, partiendo del principio de que asume el encargo, jura por el bienestar común, que para escogerlo nos vende esperanzas, sueños; cuando está ejerciendo un mandato los sueños y las esperanzas tienen que “aterrizar” al plano de las realizaciones, a satisfacer necesidades mínimas o medianamente aceptables por la sociedad.
Obvio, desde fuera de la jefatura estatal, fuera de toda gestión gubernamental, la realidad puede verse de una manera, y ciertamente que desde arriba se verá de otra. Por algo bien sencillo: el conflicto de intereses. Porque en una sociedad hay y habrá siempre distintas formas de vernos la vida, la existencia, nuestra comodidad, la individualidad.
La solución salomónica se recoge en una frase: calidad de vida.
Durante el desarrollo de una gestión gubernamental o municipal la estrategia es ganar/ganar. Pensemos siempre desde la lógica del ciudadano, porque al principio y al final de la cuenta, el origen de todo gobierno, la plataforma de la gobernabilidad y gobernanza (no importa el nivel teórico ni su concepción ideológica), está en el ciudadano, en su calidad de vida, en su necesidad de progresar, de estabilidad social, económica y emocional. Los japoneses entendieron que existían en la escasez y su gobernabilidad y gobernanza radicaba, en consecuencia, en el bienestar común. ¿Qué hicieron para avanzar, lograrlo, emprender, actuar? Asumieron al Estado como entrenador, entrena a la sociedad, al ciudadano, y lo organiza alrededor de valores.
Desde la perspectiva de los gobiernos municipales o locales, lo mismo que desde un asiento en la presidencia de la República, gobernar es un servicio del Estado.
En una sociedad pautada por procesos electorales para la remoción y/o renovación de su liderazgo gubernamental, la burocracia estatal es un servicio al ciudadano.
Igualmente, los policías constituyen servidores públicos, y los miembros de las Fuerzas Armadas, y aunque podamos verlos circunstancialmente como muy superiores, están para servir al ciudadano, a la sociedad, en cuanto a los asuntos de soberanía, de preservación o defensa de los espacios marítimos, aéreos y territoriales.
¿Quién paga a los servidores públicos?
El ciudadano. Y lo hace al través de los impuestos, por vía directa o mediante el consumo de bienes y servicios.
Luego, ¿cuál ha ser la relación de quien ejerce el poder en calidad de gobernante con quienes ejercen su poder en calidad de ciudadano? De franca transparencia, de derechos y deberes, de obligaciones, responsabilidades, y de compromisos de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba.
Esto es la teoría, el mundo ideal.
¿Es el político ascendiente un extraño en lo que respecta a nuestra vecindad, nuestra condición barrial, social, hábitos y costumbres?
Jamás. El político militante, activo, miembro o no de un partido político, aspira al poder, a gobernar, partiendo del principio de que asume el encargo, jura por el bienestar común, que para escogerlo nos vende esperanzas, sueños; cuando está ejerciendo un mandato los sueños y las esperanzas tienen que “aterrizar” al plano de las realizaciones, a satisfacer necesidades mínimas o medianamente aceptables por la sociedad.
Obvio, desde fuera de la jefatura estatal, fuera de toda gestión gubernamental, la realidad puede verse de una manera, y ciertamente que desde arriba se verá de otra. Por algo bien sencillo: el conflicto de intereses. Porque en una sociedad hay y habrá siempre distintas formas de vernos la vida, la existencia, nuestra comodidad, la individualidad.
La solución salomónica se recoge en una frase: calidad de vida.
Durante el desarrollo de una gestión gubernamental o municipal la estrategia es ganar/ganar. Pensemos siempre desde la lógica del ciudadano, porque al principio y al final de la cuenta, el origen de todo gobierno, la plataforma de la gobernabilidad y gobernanza (no importa el nivel teórico ni su concepción ideológica), está en el ciudadano, en su calidad de vida, en su necesidad de progresar, de estabilidad social, económica y emocional. Los japoneses entendieron que existían en la escasez y su gobernabilidad y gobernanza radicaba, en consecuencia, en el bienestar común. ¿Qué hicieron para avanzar, lograrlo, emprender, actuar? Asumieron al Estado como entrenador, entrena a la sociedad, al ciudadano, y lo organiza alrededor de valores.
lunes, 28 de febrero de 2011
Ladrón de sábado
Este un cuento muy diferente de la cuentística a la cual nos acostumbró García Márquez. Podemos leernos una vez, y jamás nos conformaremos. Volveremos a leerlo.
Gabriel García Márquez
Hugo, un ladrón que sólo roba los fines de semana, entra en una casa un sábado por la noche. Ana, la dueña, una treintañera guapa e insomne empedernida, lo descubre in fraganti. Amenazada con la pistola, la mujer le entrega todas las joyas y cosas de valor, y le pide que no se acerque a Pauli, su niña de tres años. Sin embargo, la niña lo ve, y él la conquista con algunos trucos de magia. Hugo piensa: «¿Por qué irse tan pronto, si se está tan bien aquí?» Podría quedarse todo el fin de semana y gozar plenamente la situación, pues el marido -lo sabe porque los ha espiado- no regresa de su viaje de negocios hasta el domingo en la noche. El ladrón no lo piensa mucho: se pone los pantalones del señor de la casa y le pide a Ana que cocine para él, que saque el vino de la cava y que ponga algo de música para cenar, porque sin música no puede vivir.
A Ana, preocupada por Pauli, mientras prepara la cena se le ocurre algo para sacar al tipo de su casa. Pero no puede hacer gran cosa porque Hugo cortó los cables del teléfono, la casa está muy alejada, es de noche y nadie va a llegar. Ana decide poner una pastilla para dormir en la copa de Hugo. Durante la cena, el ladrón, que entre semana es velador de un banco, descubre que Ana es la conductora de su programa favorito de radio, el programa de música popular que oye todas las noches, sin falta. Hugo es su gran admirador y. mientras escuchan al gran Benny cantando Cómo fue en un casete, hablan sobre música y músicos. Ana se arrepiente de dormirlo pues Hugo se comporta tranquilamente y no tiene intenciones de lastimarla ni violentarla, pero ya es tarde porque el somnífero ya está en la copa y el ladrón la bebe toda muy contento. Sin embargo, ha habido una equivocación, y quien ha tomado la copa con la pastilla es ella. Ana se queda dormida en un dos por tres.
A la mañana siguiente Ana despierta completamente vestida y muy bien tapada con una cobija, en su recámara. En el jardín, Hugo y Pauli juegan, ya que han terminado de hacer el desayuno. Ana se sorprende de lo bien que se llevan. Además, le encanta cómo cocina ese ladrón que, a fin de cuentas, es bastante atractivo. Ana empieza a sentir una extraña felicidad.
En esos momentos una amiga pasa para invitarla a comer. Hugo se pone nervioso pero Ana inventa que la niña está enferma y la despide de inmediato. Así los tres se quedan juntitos en casa a disfrutar del domingo. Hugo repara las ventanas y el teléfono que descompuso la noche anterior, mientras silba. Ana se entera de que él baila muy bien el danzón, baile que a ella le encanta pero que nunca puede practicar con nadie. Él le propone que bailen una pieza y se acoplan de tal manera que bailan hasta ya entrada la tarde. Pauli los observa, aplaude y, finalmente se queda dormida. Rendidos, terminan tirados en un sillón de la sala.
Para entonces ya se les fue el santo al cielo, pues es hora de que el marido regrese. Aunque Ana se resiste, Hugo le devuelve casi todo lo que había robado, le da algunos consejos para que no se metan en su casa los ladrones, y se despide de las dos mujeres con no poca tristeza. Ana lo mira alejarse. Hugo está por desaparecer y ella lo llama a voces. Cuando regresa le dice, mirándole muy fijo a los ojos, que el próximo fin de semana su esposo va a volver a salir de viaje. El ladrón de sábado se va feliz, bailando por las calles del barrio, mientras anochece.
FIN
Gabriel García Márquez
Hugo, un ladrón que sólo roba los fines de semana, entra en una casa un sábado por la noche. Ana, la dueña, una treintañera guapa e insomne empedernida, lo descubre in fraganti. Amenazada con la pistola, la mujer le entrega todas las joyas y cosas de valor, y le pide que no se acerque a Pauli, su niña de tres años. Sin embargo, la niña lo ve, y él la conquista con algunos trucos de magia. Hugo piensa: «¿Por qué irse tan pronto, si se está tan bien aquí?» Podría quedarse todo el fin de semana y gozar plenamente la situación, pues el marido -lo sabe porque los ha espiado- no regresa de su viaje de negocios hasta el domingo en la noche. El ladrón no lo piensa mucho: se pone los pantalones del señor de la casa y le pide a Ana que cocine para él, que saque el vino de la cava y que ponga algo de música para cenar, porque sin música no puede vivir.
A Ana, preocupada por Pauli, mientras prepara la cena se le ocurre algo para sacar al tipo de su casa. Pero no puede hacer gran cosa porque Hugo cortó los cables del teléfono, la casa está muy alejada, es de noche y nadie va a llegar. Ana decide poner una pastilla para dormir en la copa de Hugo. Durante la cena, el ladrón, que entre semana es velador de un banco, descubre que Ana es la conductora de su programa favorito de radio, el programa de música popular que oye todas las noches, sin falta. Hugo es su gran admirador y. mientras escuchan al gran Benny cantando Cómo fue en un casete, hablan sobre música y músicos. Ana se arrepiente de dormirlo pues Hugo se comporta tranquilamente y no tiene intenciones de lastimarla ni violentarla, pero ya es tarde porque el somnífero ya está en la copa y el ladrón la bebe toda muy contento. Sin embargo, ha habido una equivocación, y quien ha tomado la copa con la pastilla es ella. Ana se queda dormida en un dos por tres.
A la mañana siguiente Ana despierta completamente vestida y muy bien tapada con una cobija, en su recámara. En el jardín, Hugo y Pauli juegan, ya que han terminado de hacer el desayuno. Ana se sorprende de lo bien que se llevan. Además, le encanta cómo cocina ese ladrón que, a fin de cuentas, es bastante atractivo. Ana empieza a sentir una extraña felicidad.
En esos momentos una amiga pasa para invitarla a comer. Hugo se pone nervioso pero Ana inventa que la niña está enferma y la despide de inmediato. Así los tres se quedan juntitos en casa a disfrutar del domingo. Hugo repara las ventanas y el teléfono que descompuso la noche anterior, mientras silba. Ana se entera de que él baila muy bien el danzón, baile que a ella le encanta pero que nunca puede practicar con nadie. Él le propone que bailen una pieza y se acoplan de tal manera que bailan hasta ya entrada la tarde. Pauli los observa, aplaude y, finalmente se queda dormida. Rendidos, terminan tirados en un sillón de la sala.
Para entonces ya se les fue el santo al cielo, pues es hora de que el marido regrese. Aunque Ana se resiste, Hugo le devuelve casi todo lo que había robado, le da algunos consejos para que no se metan en su casa los ladrones, y se despide de las dos mujeres con no poca tristeza. Ana lo mira alejarse. Hugo está por desaparecer y ella lo llama a voces. Cuando regresa le dice, mirándole muy fijo a los ojos, que el próximo fin de semana su esposo va a volver a salir de viaje. El ladrón de sábado se va feliz, bailando por las calles del barrio, mientras anochece.
FIN
lunes, 21 de febrero de 2011
Gobernar es un servicio del Estado
Ángel Barriuso/servidor público, Estado
Desde la perspectiva de los gobiernos municipales o locales, lo mismo que desde un asiento en la presidencia de la República, gobernar es un servicio del Estado.
En una sociedad pautada por procesos electorales para la remoción y/o renovación de su liderazgo gubernamental, la burocracia estatal es un servicio al ciudadano.
Igualmente, los policías constituyen servidores públicos, y los miembros de las Fuerzas Armadas, y aunque podamos verlos circunstancialmente como muy superiores, están para servir al ciudadano, a la sociedad, en cuanto a los asuntos de soberanía, de preservación o defensa de los espacios marítimos, aéreos y territoriales.
¿Quién paga a los servidores públicos?
El ciudadano. Y lo hace al través de los impuestos, por vía directa o mediante el consumo de bienes y servicios.
Luego, ¿cuál ha ser la relación de quien ejerce el poder en calidad de gobernante con quienes ejercen su poder en calidad de ciudadano? De franca transparencia, de derechos y deberes, de obligaciones, responsabilidades, y de compromisos de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba.
Esto es la teoría, el mundo ideal.
¿Es el político ascendiente un extraño en lo que respecta a nuestra vecindad, nuestra condición barrial, social, hábitos y costumbres?
Jamás. El político militante, activo, miembro o no de un partido político, aspira al poder, a gobernar, partiendo del principio de que asume el encargo, jura por el bienestar común, que para escogerlo nos vende esperanzas, sueños; cuando está ejerciendo un mandato los sueños y las esperanzas tienen que “aterrizar” al plano de las realizaciones, a satisfacer necesidades mínimas o medianamente aceptables por la sociedad.
Obvio, desde fuera de la jefatura estatal, fuera de toda gestión gubernamental, la realidad puede verse de una manera, y ciertamente que desde arriba se verá de otra. Por algo bien sencillo: el conflicto de intereses. Porque en una sociedad hay y habrá siempre distintas formas de vernos la vida, la existencia, nuestra comodidad, la individualidad.
La solución salomónica se recoge en una frase: calidad de vida.
Durante el desarrollo de una gestión gubernamental o municipal la estrategia es ganar/ganar. Pensemos siempre desde la lógica del ciudadano, porque al principio y al final de la cuenta, el origen de todo gobierno, la plataforma de la gobernabilidad y gobernanza (no importa el nivel teórico ni su concepción ideológica), está en el ciudadano, en su calidad de vida, en su necesidad de progresar, de estabilidad social, económica y emocional. Los japoneses entendieron que existían en la escasez y su gobernabilidad y gobernanza radicaba, en consecuencia, en el bienestar común. ¿Qué hicieron para avanzar, lograrlo, emprender, actuar? Asumieron al Estado como entrenador, entrena a la sociedad, al ciudadano, y lo organiza alrededor de valores.
Desde la perspectiva de los gobiernos municipales o locales, lo mismo que desde un asiento en la presidencia de la República, gobernar es un servicio del Estado.
En una sociedad pautada por procesos electorales para la remoción y/o renovación de su liderazgo gubernamental, la burocracia estatal es un servicio al ciudadano.
Igualmente, los policías constituyen servidores públicos, y los miembros de las Fuerzas Armadas, y aunque podamos verlos circunstancialmente como muy superiores, están para servir al ciudadano, a la sociedad, en cuanto a los asuntos de soberanía, de preservación o defensa de los espacios marítimos, aéreos y territoriales.
¿Quién paga a los servidores públicos?
El ciudadano. Y lo hace al través de los impuestos, por vía directa o mediante el consumo de bienes y servicios.
Luego, ¿cuál ha ser la relación de quien ejerce el poder en calidad de gobernante con quienes ejercen su poder en calidad de ciudadano? De franca transparencia, de derechos y deberes, de obligaciones, responsabilidades, y de compromisos de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba.
Esto es la teoría, el mundo ideal.
¿Es el político ascendiente un extraño en lo que respecta a nuestra vecindad, nuestra condición barrial, social, hábitos y costumbres?
Jamás. El político militante, activo, miembro o no de un partido político, aspira al poder, a gobernar, partiendo del principio de que asume el encargo, jura por el bienestar común, que para escogerlo nos vende esperanzas, sueños; cuando está ejerciendo un mandato los sueños y las esperanzas tienen que “aterrizar” al plano de las realizaciones, a satisfacer necesidades mínimas o medianamente aceptables por la sociedad.
Obvio, desde fuera de la jefatura estatal, fuera de toda gestión gubernamental, la realidad puede verse de una manera, y ciertamente que desde arriba se verá de otra. Por algo bien sencillo: el conflicto de intereses. Porque en una sociedad hay y habrá siempre distintas formas de vernos la vida, la existencia, nuestra comodidad, la individualidad.
La solución salomónica se recoge en una frase: calidad de vida.
Durante el desarrollo de una gestión gubernamental o municipal la estrategia es ganar/ganar. Pensemos siempre desde la lógica del ciudadano, porque al principio y al final de la cuenta, el origen de todo gobierno, la plataforma de la gobernabilidad y gobernanza (no importa el nivel teórico ni su concepción ideológica), está en el ciudadano, en su calidad de vida, en su necesidad de progresar, de estabilidad social, económica y emocional. Los japoneses entendieron que existían en la escasez y su gobernabilidad y gobernanza radicaba, en consecuencia, en el bienestar común. ¿Qué hicieron para avanzar, lograrlo, emprender, actuar? Asumieron al Estado como entrenador, entrena a la sociedad, al ciudadano, y lo organiza alrededor de valores.
miércoles, 9 de febrero de 2011
Sobre la rutina en el periodismo
Angel Barriuso/rutina y periodismo
Llegó a mis manos un libro publicado en el año 1918, con el título “Frases históricas”, del periodista Luís de Oteyza, y al leer al prologuista, J. Ortega Munilla, he sentido la necesidad de compartir con ustedes su observación de cuanto ocurre en una Sala de Redacción respecto de la rutina. Leamos, por favor:
“Pues bien; Luís de Oteyza ha logrado no sólo vencer en el árido y peligro campo, donde cada día entran nuevos paladines, sino que ha creado una novedad periodística. Eso es lo más difícil (refiriéndose en el caso al periodismo literarario, nota AB). Porque en las redacciones de padece una grave enfermedad. El microbio de la rutina hormiguea en las cuartillas, la idea vieja roe el papel, como la carcoma el antiguo mueble, lo de ayer oprime la inventiva, lo hecho pesa sobre lo que se va a hacer. Es la consecuencia natural de una labor fatigosa, diaria, constante, mal retribuida, consumidora de esfuerzos, que agota y aniquila. Lo que hay de oficio en el periodismo engendra este apego a lo tradicional. Y engendra también un espíritu defensivo contra lo inesperado. Por eso es tan lenta la reforma en la hoja diaria impresa. Las realizan unos pocos ánimos valerosos que luchan con denuedo, sufren el martirio, y dotados de sublime resistencia, vencen al fin.
“Oteyza ha vencido en su empeño, el de llevar a la página de un gran diario la sorprendente innovación de convertir lo viejo en nuevo, dando el interés de un hecho que acaba de ocurrir al contenido de los arcaicos volúmenes. Ciertamente que habrá hallado en el maestro Miguel Moya un auxiliar magnánimo, porque este esforzado, ilustre y modesto colega ha sido siempre el patriarca providencial de los que empiezan. Bajo su férula se han formado la escuela del literato periodista, del cincelador de lo vulgar, la orfebrería eternizadora de lo pasajero”.
¿Qué les ha parecido?
Llegó a mis manos un libro publicado en el año 1918, con el título “Frases históricas”, del periodista Luís de Oteyza, y al leer al prologuista, J. Ortega Munilla, he sentido la necesidad de compartir con ustedes su observación de cuanto ocurre en una Sala de Redacción respecto de la rutina. Leamos, por favor:
“Pues bien; Luís de Oteyza ha logrado no sólo vencer en el árido y peligro campo, donde cada día entran nuevos paladines, sino que ha creado una novedad periodística. Eso es lo más difícil (refiriéndose en el caso al periodismo literarario, nota AB). Porque en las redacciones de padece una grave enfermedad. El microbio de la rutina hormiguea en las cuartillas, la idea vieja roe el papel, como la carcoma el antiguo mueble, lo de ayer oprime la inventiva, lo hecho pesa sobre lo que se va a hacer. Es la consecuencia natural de una labor fatigosa, diaria, constante, mal retribuida, consumidora de esfuerzos, que agota y aniquila. Lo que hay de oficio en el periodismo engendra este apego a lo tradicional. Y engendra también un espíritu defensivo contra lo inesperado. Por eso es tan lenta la reforma en la hoja diaria impresa. Las realizan unos pocos ánimos valerosos que luchan con denuedo, sufren el martirio, y dotados de sublime resistencia, vencen al fin.
“Oteyza ha vencido en su empeño, el de llevar a la página de un gran diario la sorprendente innovación de convertir lo viejo en nuevo, dando el interés de un hecho que acaba de ocurrir al contenido de los arcaicos volúmenes. Ciertamente que habrá hallado en el maestro Miguel Moya un auxiliar magnánimo, porque este esforzado, ilustre y modesto colega ha sido siempre el patriarca providencial de los que empiezan. Bajo su férula se han formado la escuela del literato periodista, del cincelador de lo vulgar, la orfebrería eternizadora de lo pasajero”.
¿Qué les ha parecido?
martes, 25 de enero de 2011
Empleo, desempleo, ¿cuál crisis?
Angel Barriuso. Opinión. Permítanme compartir algunas inquietudes respecto al desempleo, ocupación, desocupación. Falta de oportunidades y oportunidades que podemos aprovechar.
Muchas veces no vasta con la titulación en carreras universitarias, grados y posgrados o maestrías. Pareciera que los cambios experimentados en el mundo, repletos de alta tecnología, modernidad y postmodernidad, nos conducen hacia nuevos perfiles de los puestos laborales y de las carreras universitarias. Y es aquí cuando deberíamos rediscutir los números para interpretar el impacto de la economía versus crisis en la generación de nuevas plazas para los egresados de las escuelas de altos estudios y de los veteranos. O para lo que hoy están desempleados o perdieron la plaz. Su empleo.
¿Debemos de hablar de crisis? ¿De qué crisis? Quizás muchos estamos quedándonos atrás de los acontecimientos y revoluciones sistemáticas de las ingenierías del conocimiento adquirido para su aplicación como modo de vida de cada ciudadano. La gran revolución es la reingeniería de los conocimientos por estilos de vida que reflejan nuevas manera de producir riquezas. Un computador, de simple procesador de datos o palabras e igualmente un aparato telefónico, a través del cual sólo nos saludábamos, vienen transformándolo todo, absolutamente, desde el mismo momento en que se convierten en objetos de impacto en la economía de cualquier persona, capaces de transformar el “modus operandi” de una empresa, del individuo y de la sociedad.
¿Qué nos deja en las manos las nuevas tecnologías?
Pues un pasado, un presente y la navegación en el futuro inmediato. Tiempos en evolución sin momentos de descanso. Leer el libro, puedes oírlo en tanto trabajamos o hacemos cualquier otra tarea. Desde el celular, hablamos, grabamos, reproducimos vídeos, fotos, sonidos, nos conectamos. Y si desde mi celular puedo grabar una boda, un bautizo….entonces, ¿para qué contratar el servicio de un fotógrafo, si en tiempo real podré compartir con parientes y allegados cualquier ceremonia? Un computador portátil, y hasta el propio celular, es una oficina, una empresa a través de la cual moviliza economía, compro y vendo; participo en el mercado, actúo en calidad de consumidor e igualmente de proveedor, y desde cualquier lugar, desde cualquier rincón, un parque, una cafetería, con la evidencia de ahorrarme energía eléctrica, determinados costos.
He conocido amigos y amigas que de pronto me sorprenden con una tarjeta de presentación, representan empresas internacionales que forma fortuita la obtuvieron rebuscando en la Internet, matando el tiempo en un teclado. Es decir que las relaciones comerciales, industriales, productivas o financieras, giran hacia expresiones novedosas de participación y/o asistencia. Luego, el empleo cambia. El oficio es otro. El perfil laboral va teniendo otro carácter. El propio oficio del periodismo experimentará cambios tan dramáticos que posiblemente pierda interés como opción laboral.
Obviamente, en países como el nuestro, donde conviven formas modernísimas de ganarse la vida respecto de estilos antiquísimos, aún el empleo/desempleo es la manifestación pura y simple de una economía con poca generación de plazas por fallas estructurales, de una ingeniería clásica del crecimiento socioeconómico. No obstante, es tiempo, siempre, para repensarnos, para vislumbrarnos, para replantearnos los conocimientos como producción social del reciclaje e ir más allá del reciclaje. Ver la vida. Obvio, la medición del empleo y su calidad no es común a toda América.
Muchas veces no vasta con la titulación en carreras universitarias, grados y posgrados o maestrías. Pareciera que los cambios experimentados en el mundo, repletos de alta tecnología, modernidad y postmodernidad, nos conducen hacia nuevos perfiles de los puestos laborales y de las carreras universitarias. Y es aquí cuando deberíamos rediscutir los números para interpretar el impacto de la economía versus crisis en la generación de nuevas plazas para los egresados de las escuelas de altos estudios y de los veteranos. O para lo que hoy están desempleados o perdieron la plaz. Su empleo.
¿Debemos de hablar de crisis? ¿De qué crisis? Quizás muchos estamos quedándonos atrás de los acontecimientos y revoluciones sistemáticas de las ingenierías del conocimiento adquirido para su aplicación como modo de vida de cada ciudadano. La gran revolución es la reingeniería de los conocimientos por estilos de vida que reflejan nuevas manera de producir riquezas. Un computador, de simple procesador de datos o palabras e igualmente un aparato telefónico, a través del cual sólo nos saludábamos, vienen transformándolo todo, absolutamente, desde el mismo momento en que se convierten en objetos de impacto en la economía de cualquier persona, capaces de transformar el “modus operandi” de una empresa, del individuo y de la sociedad.
¿Qué nos deja en las manos las nuevas tecnologías?
Pues un pasado, un presente y la navegación en el futuro inmediato. Tiempos en evolución sin momentos de descanso. Leer el libro, puedes oírlo en tanto trabajamos o hacemos cualquier otra tarea. Desde el celular, hablamos, grabamos, reproducimos vídeos, fotos, sonidos, nos conectamos. Y si desde mi celular puedo grabar una boda, un bautizo….entonces, ¿para qué contratar el servicio de un fotógrafo, si en tiempo real podré compartir con parientes y allegados cualquier ceremonia? Un computador portátil, y hasta el propio celular, es una oficina, una empresa a través de la cual moviliza economía, compro y vendo; participo en el mercado, actúo en calidad de consumidor e igualmente de proveedor, y desde cualquier lugar, desde cualquier rincón, un parque, una cafetería, con la evidencia de ahorrarme energía eléctrica, determinados costos.
He conocido amigos y amigas que de pronto me sorprenden con una tarjeta de presentación, representan empresas internacionales que forma fortuita la obtuvieron rebuscando en la Internet, matando el tiempo en un teclado. Es decir que las relaciones comerciales, industriales, productivas o financieras, giran hacia expresiones novedosas de participación y/o asistencia. Luego, el empleo cambia. El oficio es otro. El perfil laboral va teniendo otro carácter. El propio oficio del periodismo experimentará cambios tan dramáticos que posiblemente pierda interés como opción laboral.
Obviamente, en países como el nuestro, donde conviven formas modernísimas de ganarse la vida respecto de estilos antiquísimos, aún el empleo/desempleo es la manifestación pura y simple de una economía con poca generación de plazas por fallas estructurales, de una ingeniería clásica del crecimiento socioeconómico. No obstante, es tiempo, siempre, para repensarnos, para vislumbrarnos, para replantearnos los conocimientos como producción social del reciclaje e ir más allá del reciclaje. Ver la vida. Obvio, la medición del empleo y su calidad no es común a toda América.
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