Si decidiéramos hacer del hogar un tubo de ensayo sobre la democracia, nos situaríamos en la perspectiva del mando con todos sus matices. Nos sería útil medir y/o verificar el impacto de un modelo autoritario o de un esquema democrático conservador o liberal. Al observar el comportamiento de cada quien, trataría de ponerme en lugar de los unos o los otros, sin sustituirlos, para reconocernos en los hechos y en las circunstancias.
Podemos, y podríamos, ejercer un mando sustentado en el diálogo para comprometernos con el entendimiento. Hoy se insiste en aprender a colocarnos en la mente de nuestros contrarios o de nuestros interlocutores, jamás sustituyéndolos en su comportamiento ni siquiera manipulando sus decisiones, para ayudarnos a entender y a comprender cualquier actitud. Las posibles posturas ante cualquier evento.
El mundo de hoy, según parece, requiere de liderazgos –dentro y fuera del hogar, lo mismo que en las empresas u organizaciones- con una mentalidad entrenada para actuar en un contexto de apertura, flexibilidad, consciente de que día por día nos redescubrimos, nos reinventamos, de manera que resulta tedioso, por así decirlo, perseguir yerros cuando lo fantástico es motivar los éxitos, replicarlos, aún los mínimos.
En el seno de un hogar, muy a pesar de las contradicciones u oposición a prácticas sociales racionalizadas en la individualidad, es preferible –y estoy convencido, muy convencido- motivar, entusiasmar, facilitar, promover, ayudar, para lograr resultados. Asumir una pedagogía participativa y entusiasta, apoyada en valores de solidaridad, cooperación, identidad, competencia, siempre respetando la diversidad, al propio yo.
Prefiero motivar y motivarme en torno a lo que podemos hacer en bien de…pero jamás persiguiendo errores posibles en lo que puede, perfectamente, incurrir cualquier persona. No nacemos sabiendo y la experiencia es acumulativa, cual cuenta de ahorro. Sigo, si se quiere verse así, un patrón de conducta: “¡atrapar a la gente haciendo las cosas bien!”
Meter Thomson, autor de “Los secretos de la comunicación”, señala que mucha gente enfoca su atención en indagar quién cometió los errores, en vez de preocuparse en el qué pasó para corregir o superar los escollos, las dificultades. ¿Qué ganancia puede obtenerse atrapando a quienes hacen las cosas mal, a quienes habrían cometido algún error? Sentirnos amenazados, débiles. Si lo vemos al revés, con una visión más optimista de la vida, estaremos ante las oportunidades. La fortaleza radica en renunciar a las jefaturas convencionales para convertirnos en gestores del buen hacer y tratar de replicar el buen hacer permitiendo, sin temores, las iniciativas. La gestión de las iniciativas..
La buena gestión en la conducción de un hogar, una organización humana, ya sea una empresa o un club deportivo, gana en la medida en que nos desprejuiciemos, dejando la mente libre al incentivo de las potencialidades, de los recursos visibles e intangibles de segunda y tercera persona. De los demás. Pero el secreto, quizás y sin quizás, radica en la lógica del diálogo franco. Jamás cerremos las puertas ni si quiera por la condición jerárquica. Hay que aprender a renunciar al orgullo. Lo lineal versus al verticalismo.
La democracia en el hogar gana con el respeto mutuo. Nunca desmeritando ni siquiera insinuando ataques a la dignidad de los demás. Obvio, debe haber reglas claras, con derechos y deberes conocidos por todos. Lo fatal es asumir el derecho al derecho sin reconocer el deber de los deberes. Cumplo con mis deberes reconociendo los derechos y reclamo mis derechos cumpliendo con mis deberes. Y siempre oír.
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