lunes, 2 de noviembre de 2009

Jacinto en el agua

Cuento

Lo despertó un ruido, una mala sensación de derrumbe. Se mecía la cama y el piso de tierra de su casa de madera vieja. Es el río, pensó. Ha llovido toda la tarde y parte de la noche. Se acostó a las siete y treinta, solo, como de costumbre, apagó la lámpara de gas kerosene, colocó las chancletas debajo y dispuso su cuerpo y el alma a descansar. Pero en la madrugada el río efectivamente sonaba, traía desde las lomas un chorro de agua negra, lodo, trozos de sillas, de arbustos, todo lo que hallaba a su paso. De pie, medio retorció su cuerpo como si quisiera encontrarse en él, encendió la lámpara y miró hacia fuera, hacia la oscuridad ruidosa. En tantos años de la última crecida, no recordaba el comportamiento del río y éste se notaba casi a desbordarse, lo que pondría en peligro la casucha y a los vecinos. ¿Qué hacer? Creyó pensar en distintos caminos, mas su mente quedó en blanco…es difícil levantarse espantado y con un plan. La mente jamás ha funcionado así. Sintió mojada la tierra seca en sus pies, y en su cara cualquier hubiese visto la preocupación, la inquietud perturbadora, la emergencia nocturna por lo inesperado y el mal olor del desastre. Será que arrastra al mundo, demonio. Y no llovía pero tronaba y en el cielo, rayos, relámpagos. Don Jacinto corra, no hay tiempo para nada. Permaneció medio inmóvil. Los vecinos de casuchas dispersas medio se alejaban. Confuso, se sentó, tomó el sombrero que colgaba agarrado de un clavo y los desdibujó entre sus manos. Mientras, las aguas sucias del río agrandaban el surco viejo y medio abandonado. El agua, podría oírse, golpea sobre sus propios pasos. El hombre solitario se abrazó a sí mismo y creyó tener frío, mucho frío. Volvía más agua en torno a sus pies y los escasos vecinos eran menos cada vez, buscaban refugios en la noche tratando de ver caminos seguros. La vista se hacía inmensa sólo con los relámpagos. El estruendo del agua en el lecho desbordado y los truenos en el cielo eran la angustia. Compadre Jacinto deje la casa, volvamos mañana, cuando esto termine.

Era un muchacho alto y delgaducho. El viejo, junto a su mujer y el niño, habían contemplado cómo iba destruyéndose la casa. La tierra hecha lodo lo envolvía todo, todo lo arrastra. La gente gritaba y corrían hacia allá, hacia acá, de un lado al otro. De pronto cayó el niño al agua, y cuando el viejo lo notó se tiró al río sin pensarlo dos veces. Iba el niño aferrado a hojas y palos secos, mientras detrás nadaba el viejo, desde una orilla hacia la otra medio desplazándose con la corriente del río que iniciaba su desborde. Corrían los vecinos tratando de ayudar, y lanzaron una soga. Luego al niño lo vieron medio defendiéndose entre hojas y troncos secos y más atrás, el viejo. Las aguas turbulentas, crecían. De pronto, el viejo y el niño fueron perdiéndose, como si empequeñecieran en la distancia. Iban lejos llevados por el agua, defendiéndose aún, luchando contra el agua sucia. Y los vientos, muy fuertes. El agua del río era una fiera, y lejanamente fueron viéndose los cuerpos del viejo y del niño, y a orillas del río, tembloroso, otro niño solitario, un cuerpo inmóvil y sin ninguna palabra. Ausente. Alguien corría con los brazos abiertos, en forma de cruz, era la mujer, la madre del niño, la mujer del viejo. Y hoy, el agua mojaba los pies descalzos del hombre solitario, del viejo Jacinto, abrazado así mismo, con un dolor que le removía el vientre, tratando de volver en sí cuando un vecino lo arrancó del pasado, de viejas imágenes que dormitaban en sus adentros. ¡La mujer, la mujer….! Volvió a escuchar la voz, no vio a la cara del hombre, sólo escuchaba la voz. ¡La mujer, la mujer, Jacinto! Una mujer joven cayó al agua del río y alguien, posiblemente un vecino cercano, gritó. Medio se incorporó, pero aún la memoria lo situaba en la niñez, quizás el momento lo remitía al pasado, tal vez la sensación de que era el mismo momento, probablemente viejos temores que se creían superados. En aquel entonces, cuando apenas era un niño, el viento era un animal feroz, mojado por intensas lluvias, y hoy simplemente había llovido muy fuerte en la loma pero el río rugía, y ese rugir era lo que, en cierto modo, le estaría sacando el alma a su cuerpo. ¡Una mujer cayó al río….! Corrió Jacinto sin sentir en su espalda el peso de los años, siempre descalzo, pies anchos y dedos largos. Vio a la mujer, y efectivamente el agua la dominaba, y sin pensarlo dos veces, Jacinto se lanzó al río y nadó sorprendentemente buscando maneras de alcanzar a la mujer que iba delante. Don Jacinto está en el agua, es don Jacinto. Ahora, la mujer y don Jacinto luchaban contra la corriente. Eran quizás las cinco de la mañana cuando don Jacinto nadaba por sobrevivir y salvar a la mujer, y a poco tiempo se vio a don Jacinto sosteniendo a la mujer y ambos por aferrarse al trozo de un árbol frondoso. Más debajo de éllos, un grupo de hombres desesperados se las ingeniaban para esperarlos, lanzando al agua del río objetos a través de los cuales capturarlos, cual peces en una red. Y así fue cómo estos hombres lograron sacar a la mujer, y don Jacinto seguía envolviéndose en el tronco medio perdiéndose unos metros más adelante. La mujer preguntaba por don Jacinto. Los hombres miraban esperanzados.

Al siguiente día, el agua había vuelvo a su nivel. El caserío, medio destrozado, hojas y desperdicios por doquier. Aún se distinguía que hubo una crecida. Y ya lo dice el refrán, después de la tormenta llega la calma. Unas mujeres viejas recomponían sus casas. Algunos hombres, machete al cinco, iban río abajo, hasta que de pronto un niño que jugaba con su perro y corría descubrió el cuerpo del viejo, tendido boca arriba entre tallos húmedos y hojas sucias. El cuerpo estaba a medio vestir. Y el niño lo creyó muerto. Pa, pa…llamó a su padre, quien caminaba en su dirección a pocos metros junto a otros hombres. Y para sorpresa de la comarca, don Jacinto había vencido al río.

lunes, 26 de octubre de 2009

Sobre las bombillas que apagamos

Para los extranjeros debo aclarar que este artículo narra lo que ha
venido ocurriendo en República Dominicana desde la mitad del siglo XX hasta
la fecha en un renglón tan vital para el desarrollo de cualquier nación: el
servicio de la energía eléctrica. Este texto fue publicado por quien
suscribe este blog en el periódico Diario Libre, para el cual colabora.
El 16 de enero de 1955, Trujillo emitió el decreto 555 para la compra de la Compañía Eléctrica de Santo Domingo, pagando la suma de trece millones 200 mil pesos, y desde entonces el Estado pasó a producir y distribuir un servicio para su venta y cobro mediante lo que pasó a llamarse "Corporación Dominicana de Electricidad (CDE)".
El país comenzó a crecer, y fueron construidas distintas hidroeléctricas. Sin embargo; la capacidad física instalada para servir la energía fue quedándose atrás e igualmente la reinversión en su mejora técnica, eficiencia y efectividad. El sistema fue colapsando, a lo cual la sociedad agregó, como elemento causal, las fallas administrativas o gerenciales de la CDE.
En los diez años últimos de los gobiernos de Balaguer se buscó una solución mediante su privatización. Y de ahí, las empresas conocidas por las IPPs, para darle respuesta a una crisis en el suministro, que asomó a mediados de los años setenta, y veinte años después repitió con mayor gravedad, y como resultado quien pudo cambió las velas por inversores, hubo compra de plantas particulares para hogares y empresas, y el turismo y zonas industriales decidió independizarse mediante la compra plantas propias.
A la llegada del presidente Fernández en el 1996 se asumió el criterio generalizado en casi toda América Latina y parte de Europa de traspasar al sector privado las empresas en manos del Estado. La privatización, pero en República Dominicana nos inclinamos por la llamada capitalización. Hubo una declaración de sociedad, en la que el Estado continuaba en propiedad o socio con el 50 por ciento de las empresas estatales.
Fruto de la capitalización, el sistema se subdividió en generadores, distribuidores, hidroeléctricas/CDEE. Con esto, una Superintendencia de Electricidad, con su respectiva oficina de protección al consumidor. Se estableció una jerarquía, y no ha funcionado.
En los hechos, la Superintendencia nunca ha sido tal cosa, la CDEE se comporta como una Superintendencia, pero se ha heredado de la empresa Unión Fenosa, una mayor organización en el cobro del servicio. La Unión Fenoso fue la que asoció al Estado dominicana a través de las empresas Edesur y Edenorte.
El Estado quedó socio de empresas generadoras y/o productoras e igualmente en la distribución y/o cobro. También subsidia al sistema. Según los números publicados, mejoró la capacidad instalada y podría satisfacer la demanda, de tal modo que hoy hablamos de “apagones financieros”, aunque persisten las deficiencias en el cableado que recorre barrios y ciudades. Y que se cobra y no se cobra, y sobre la estructura del coste de producción en relación de los beneficios y precio final recibido por el cliente/ciudadano.
Hoy disponemos de un sistema eléctrico semiestatal y con un subsistema de cobro, heredado de las Edes -como ya dijimos-, que opera más o menos organizado. Sin embargo, en ninguna de las Edes escuchan el reclamo de ningún ciudadano, lo cual atropella las relaciones con sus clientes, y el ciudadano percibe que se abusa en su contra, en su calidad de cliente.
Ahora bien, ¿es el administrador o director de la CDEE el jefe del sistema eléctrico? ¿Cuál es la cabeza del sistema eléctrico, quién dispone remedios o la revisión del aparato en los momentos de crisis? ¿Es la Superintendencia la líder del sistema? ¿Dónde inicia y termina el derecho del ciudadano y deberes del sistema eléctrico sobre el ciudadano? ¿Dónde comienza y termina la relación de propiedad del Estado dentro de este sistema? ¿Aguantará el ciudadano los constantes aumentos del precio que paga por el servicio?
En la calle, en cualquier conversación, surge el criterio de que el gobierno que deje resuelto el problema eléctrico se casará con la gloria. Y de esto, nadie tiene duda.

viernes, 9 de octubre de 2009

La prensa impresa que va de caída

Parece que la internet terminará ganándole la batalla a la prensa impresa, quizás queden algunos medios impresos pero es un tal vez. Jóvenes y adolescentes prefieren leerse cualquier información a través de su computador, echando a un lado la tinta. La modernidad, sin embargo, tendrá un impacto social y económico, tal cual ocurrió con la mecanización o industrialización del campo. Allí donde operaban docenas de campesinos labrando la tierra, una máquina está haciendo el trabajo del 95 porciento de ellos, y no hay remedios.
"Other news" es una iniciativa personal que proporciona información que, según dice, deja de salir los medios llamados comerciales. En la dirección http://www.other-news.info/noticias/ encontraremos un interesante texto sobre lo que viene ocurriendo con los periódicos convencionales o no digitales en Europa, ya otros han escrito sobre esto pero este dado nos alegra y nos preocupa. Por un lado, el adelante tecnológica nos arropa y nos contagia, y el otro lado de la cara es la cantidad de personas, profesionales del periodismo, que van quedando sin trabajo.
Y se nos dice que "el siniestro es descomunal".

martes, 29 de septiembre de 2009

Quién soy y qué quiero ser...

No hubo un milagro en Japón para sobreponerse a su empobrecimiento y a los efectos de la bomba atómica. Es una isla compuesta de cuatro islas, con una población de más de 120 millones de personas e igual ha ocurrido en Taiwán, tampoco hubo un milagro ni cosa parecida. Sencillamente apostaron a un futuro, a un plan, a una proyección de sus vidas y explotaron sus potencialidades a partir de definiciones bien claras: quiénes somos, qué podemos ser y podemos hacerlo. Se organizaron.
Nosotros, una isla en el Caribe, hemos entrado al siglo XXI de la misma manera que salimos del siglo XX: sin compromisos de nadie, absolutamente de nadie, en torno a un proyecto de nación en el que todos estemos de acuerdo en exactamente decirnos quiénes somos, qué podemos ser y tenemos que lograrlo. Una historia parecida tuvo Estados Unidos, cuando en el siglo XVIII logaron su independencia y trazaron un camino a partir de sus necesidades y el futuro deseado para Norteamérica.
Tirarle a las garzas es hablar de la calidad de nuestro sistema educativo, por ejemplo, sin decirnos qué ciudadanos queremos construir, qué ciudadanos necesitamos desde el presente de nuestro país de cara al país que queremos construir.
Machaquemos lo siguiente: el ciudadano que queremos construir para qué tipo de país, de nación. ¿A qué país y/o nación aspiramos? ¿Qué papel queremos jugar en el mundo y en nuestro entorno más inmediato desde cualquier punto de vista? ¿Queremos ser peloteros, una factoría turística, un país de zapateros? ¿Una gran zona franca? ¿Agroexportadores? ¿Qué?
Si queremos ser zapateros, entonces tenemos que prepararnos para tal fin, sabiendo, como es natural, qué haremos cuando todos seamos zapateros, porqué y para qué optamos por la condición de país/nación de zapateros. Y si optamos por la zapatería entonces desde la escuela tienen que formarnos como genuinos zapateros, con principios, valores, con capacidad de razonamiento y/o discernimiento para competir con un mínimo de dificultades entre nosotros mismos, en nuestro entorno más inmediato y en el globo, como totalidad, como espacio habitado por personas deseosas de tener zapatos.
Japón y Taiwán han progresado al margen de cualquier milagro. Se propusieron convertirse en potencias económicas. Nosotros podríamos lograr muchas cosas: convertirnos en horticultores, porcicultores, productores de arepas…..condiciones hay para levantarnos más rápido que Lázaro y actuar; pero requerimos, ya, organizarnos mediante el compromiso de qué queremos, qué país queremos y en cuánto tiempo podremos construir el país, la nación, a la que aspiramos. Un proyecto de nación jamás es un discurso político ni siquiera en momentos electorales. Es un camino de compromiso, sin reversa. Es la vida.

martes, 15 de septiembre de 2009

La mujer

Colaboración/cuento/Juan Bosch
En este año se conmora el centenario del natalicio del profesor Juan Bosch, cuentista, novelista, líder político. Nació en La Vega, en el norte de República Dominicana. Fue el primer presidente (1962-63) que tuvimos los dominicanos, muerto Trujillo, es decir desaparecida la dictura de 31 años de Rafael Leónidas Trujillo Molina. Bosch escribió de política, de sociología política, sobre economía y sobre historia social dominicana. Fue un gran orador político, un gran conversador sobre cualquier tema y polemista. Su pensamiento político fue motivo de gran discusión en distintos momentos de la historia dominicana del siglo XX, principalmente en los últimos 40 años del pasado siglo. Fundó cofundador, en el exilio, del Partido Revolucionario Dominicano y fundador del Partido de la Liberación Dominicana. De gran defensor de la democracia se convirtió en su crítico, declarándose marxita, a finales de los años setenta.


La carretera está muerta. Nadie ni nada la resucitará. Larga, infinitamente larga, ni en la piel gris se le ve vida. El sol la mató; el sol de acero, de tan candente al rojo, un rojo que se hizo blanco. Tornose luego transparente el acero blanco, y sigue ahí, sobre el lomo de la carretera.
Debe hacer muchos siglos de su muerte. La desenterraron hombres con picos y palas. Cantaban y picaban; algunos había, sin embargo, que ni cantaban ni picaban. Fue muy largo todo aquello. Se veía que venían de lejos: sudaban, hedían. De tarde el acero blanco se volvía rojo; entonces en los ojos de los hombres que desenterraban la carretera se agitaba una hoguera pequeñita, detrás de las pupilas.
La muerta atravesaba sabanas y lomas y los vientos traían polvo sobre ella. Después aquel polvo murió también y se posó en la piel gris.
A los lados hay arbustos espinosos. Muchas veces la vista se enferma de tanta amplitud. Pero las planicies están peladas. Pajonales, a distancia. Tal vez aves rapaces coronen cactos. Y los cactos están allá, más lejos, embutidos en el acero blanco.
También hay bohíos, casi todos bajos y hechos con barro. Algunos están pintados de blanco y no se ven bajo el sol. Sólo se destaca el techo grueso, seco, ansioso de quemarse día a día. Las cañas dieron esas techumbres por las que nunca rueda agua.
La carretera muerta, totalmente muerta, está ahí, desenterrada, gris. La mujer se veía, primero, como un punto negro, después, como una piedra que hubieran dejado sobre la momia larga. Estaba allí tirada sin que la brisa le moviera los harapos. No la quemaba el sol; tan sólo sentía dolor por los gritos del niño. El niño era de bronce, pequeñín, con los ojos llenos de luz, y se agarraba a la madre tratando de tirar de ella con sus manecitas. Pronto iba la carretera a quemar el cuerpo, las rodillas por lo menos, de aquella criatura desnuda y gritona.
La casa estaba allí cerca, pero no podía verse.
A medida que se avanzaba crecía aquello que parecía una piedra tirada en medio de la gran carretera muerta. Crecía, y Quico se dijo: "Un becerro, sin duda, estropeado por un auto".
Tendió la vista: la planicie, la sabana. Una colina lejana, con pajonales, como si fuera esa colina sólo un montoncito de arena apilada por los vientos. El cauce de un río; las fauces secas de la tierra que tuvo agua mil años antes de hoy. Se resquebrajaba la planicie dorada bajo el pesado acero transparente. Y los cactos, los cactos coronados de aves rapaces.
Más cerca ya, Quico vio que era persona. Oyó distintamente los gritos del niño.
El marido le había pegado. Por la única habitación del bohío, caliente como horno, la persiguió, tirándole de los cabellos y machacándole la cabeza a puñetazos.
-¡Hija de mala madre! ¡Hija de mala madre! ¡Te voy a matar como a una perra, desvergonsá!
-Pero si nadie pasó, Chepe: nadie pasó -quería ella explicar.
-¿Que no? ¡Ahora verás!
Y volvía a golpearla.
El niño se agarraba a las piernas de su papá, no sabía hablar aún y pretendía evitarlo. Él veía la mujer sangrando por la nariz. La sangre no le daba miedo, no, solamente deseos de llorar, de gritar mucho. De seguro mamá moriría si seguía sangrando.
Todo fue porque la mujer no vendió la leche de cabra, como él se lo mandara; al volver de las lomas, cuatro días después, no halló el dinero. Ella contó que se había cortado la leche; la verdad es que la bebió el niño. Prefirió no tener unas monedas a que la criatura sufriera hambre tanto tiempo.
Le dijo después que se marchara con su hijo:
-¡Te mataré si vuelves a esta casa!
La mujer estaba tirada en el piso de tierra; sangraba mucho y nada oía. Chepe, frenético, la arrastró hasta la carretera. Y se quedó allí, como muerta, sobre el lomo de la gran momia.
Quico tenía agua para dos días más de camino, pero la gastó en rociar la frente de la mujer. La llevó hasta el bohío, dándole el brazo, y pensó en romper su camisa listada para limpiarla de sangre. Chepe entró por el patio.
-¡Te dije que no quería verte má aquí, condená!
Parece que no había visto al extraño. Aquel acero blanco, transparente, le había vuelto fiera, de seguro. El pelo era estopa y las córneas estaban rojas.
Quico le llamó la atención; pero él, medio loco, amenazó de nuevo a su víctima. Iba a pegarle ya. Entonces fue cuando se entabló la lucha entre los dos hombres.
El niño pequeñín comenzó a gritar otra vez; ahora se envolvía en la falda de su mamá.
La lucha era como una canción silenciosa. No decían palabra. Sólo se oían los gritos del muchacho y las pisadas violentas.
La mujer vio cómo Quico ahogaba a Chepe: tenía los dedos engarfiados en el pescuezo de su marido. Éste comenzó por cerrar los ojos; abría la boca y le subía la sangre al rostro.
Ella no supo qué sucedió, pero cerca, junto a la puerta, estaba la piedra; una piedra como lava, rugosa, casi negra, pesada. Sintió que le nacía una fuerza brutal. La alzó. Sonó seco el golpe. Quico soltó el pescuezo del otro, luego dobló las rodillas, después abrió los brazos con amplitud y cayó de espaldas, sin quejarse, sin hacer un esfuerzo.
La tierra del piso absorbía aquella sangre tan roja, tan abundante. Chepe veía la luz brillar en ella.
La mujer tenía las manos crispadas sobre la cara, todo el pelo suelto y los ojos pugnando por saltar. Corrió. Sentía flojedad en las coyunturas. Quería ver si alguien venía. Pero sobre la gran carretera muerta, totalmente muerta, sólo estaba el sol que la mató. Allá, al final de la planicie, la colina de arenas que amontonaron los vientos. Y cactos embutidos en el acero.

martes, 8 de septiembre de 2009

El ensayo democrático


Si decidiéramos hacer del hogar un tubo de ensayo sobre la democracia, nos situaríamos en la perspectiva del mando con todos sus matices. Nos sería útil medir y/o verificar el impacto de un modelo autoritario o de un esquema democrático conservador o liberal. Al observar el comportamiento de cada quien, trataría de ponerme en lugar de los unos o los otros, sin sustituirlos, para reconocernos en los hechos y en las circunstancias.
Podemos, y podríamos, ejercer un mando sustentado en el diálogo para comprometernos con el entendimiento. Hoy se insiste en aprender a colocarnos en la mente de nuestros contrarios o de nuestros interlocutores, jamás sustituyéndolos en su comportamiento ni siquiera manipulando sus decisiones, para ayudarnos a entender y a comprender cualquier actitud. Las posibles posturas ante cualquier evento.
El mundo de hoy, según parece, requiere de liderazgos –dentro y fuera del hogar, lo mismo que en las empresas u organizaciones- con una mentalidad entrenada para actuar en un contexto de apertura, flexibilidad, consciente de que día por día nos redescubrimos, nos reinventamos, de manera que resulta tedioso, por así decirlo, perseguir yerros cuando lo fantástico es motivar los éxitos, replicarlos, aún los mínimos.
En el seno de un hogar, muy a pesar de las contradicciones u oposición a prácticas sociales racionalizadas en la individualidad, es preferible –y estoy convencido, muy convencido- motivar, entusiasmar, facilitar, promover, ayudar, para lograr resultados. Asumir una pedagogía participativa y entusiasta, apoyada en valores de solidaridad, cooperación, identidad, competencia, siempre respetando la diversidad, al propio yo.
Prefiero motivar y motivarme en torno a lo que podemos hacer en bien de…pero jamás persiguiendo errores posibles en lo que puede, perfectamente, incurrir cualquier persona. No nacemos sabiendo y la experiencia es acumulativa, cual cuenta de ahorro. Sigo, si se quiere verse así, un patrón de conducta: “¡atrapar a la gente haciendo las cosas bien!”
Meter Thomson, autor de “Los secretos de la comunicación”, señala que mucha gente enfoca su atención en indagar quién cometió los errores, en vez de preocuparse en el qué pasó para corregir o superar los escollos, las dificultades. ¿Qué ganancia puede obtenerse atrapando a quienes hacen las cosas mal, a quienes habrían cometido algún error? Sentirnos amenazados, débiles. Si lo vemos al revés, con una visión más optimista de la vida, estaremos ante las oportunidades. La fortaleza radica en renunciar a las jefaturas convencionales para convertirnos en gestores del buen hacer y tratar de replicar el buen hacer permitiendo, sin temores, las iniciativas. La gestión de las iniciativas..
La buena gestión en la conducción de un hogar, una organización humana, ya sea una empresa o un club deportivo, gana en la medida en que nos desprejuiciemos, dejando la mente libre al incentivo de las potencialidades, de los recursos visibles e intangibles de segunda y tercera persona. De los demás. Pero el secreto, quizás y sin quizás, radica en la lógica del diálogo franco. Jamás cerremos las puertas ni si quiera por la condición jerárquica. Hay que aprender a renunciar al orgullo. Lo lineal versus al verticalismo.
La democracia en el hogar gana con el respeto mutuo. Nunca desmeritando ni siquiera insinuando ataques a la dignidad de los demás. Obvio, debe haber reglas claras, con derechos y deberes conocidos por todos. Lo fatal es asumir el derecho al derecho sin reconocer el deber de los deberes. Cumplo con mis deberes reconociendo los derechos y reclamo mis derechos cumpliendo con mis deberes. Y siempre oír.

lunes, 31 de agosto de 2009

!Muerte de Liborio en primera plana de El Cable!

Por Edgar Valenzuela/Artículo/colaboración
Hay pruebas de que el curandero Olivorio Mateo no murió envenenado como afirma en "El marino rubio y el dios negro", el periodista venezolano Horacio Blanco Fombona, quien fue deportado de Santo Domingo en los años 20 del siglo pasado, cuando denunció en su revista "Letras" las torturas a que fueron sometidos ciudadanos dominicanos durante ocupación militar de 1916 a 1924.
Las envidencias indican que el supuesto envenenamiento de Olivorio Mateo es una de las tantas bolas de humo puestas a circular sobre su persona. Olivorio, murió en un ataque dirigido por tropas norteamericanas a su campamento ubicado en la Cordillera Central. A continuación ofrecemos a nuestros amables lectores el reporte original publicado por E. O. Garrido Puello, el 1 de julio de 1922, en la primera plana del periódico sanjuanero El Cable, basado en datos suministados por la Policía Nacional Dominicana, horas después del hecho.
Luego de 87 años transcurridos, es la primera vez que se difunde esta versión de los policías que, además de testigos, participaron del ataque donde murió Olivorio Mateo junto a uno de sus hijos y varios de sus seguidores.
El gobierno militar norteamericano tomó la decisión de atacarlo tras este rechazar la entrega de sus armas. La publicación en primera plana arroja luz sobre los últimos minutos de vida del líder mesíanico y popular más famoso del país:
Muerte de Olivorio
"El 27 de junio próximo pasado, a las seis a.m., fue asaltado el campamento de Olivorio en "El Hoyo del Infierno", corazón adentro de la Cordillera Central, por un destacamento de la P.N.D. al mando del capitan Williams y el teniente Luna.
El asalto fue precisamente en momentos en que Olivorio celebraba los oficios de su culto, ya con sus mochilas listas para cambiar el campamento de sitio.
En los disparos cruzados resultaron muertos Olivorio, su hijo Eleuterio Mateo y los nombrados Máquina y Pañero, veganos ambos, según informes.
Se ocuparon en el campo 8 revolveres, 3 carabinas 50-70, 250 tiros, 1 sable y el espadín de Olivorio.
El hecho de que se encontraran rastros de sangre por diferentes partes hace presumir que algunos se escaparon heridos, los cuales se están persiguiendo.
El cadáver de Olivorio fue traído a la población y retratado. Mucha gente asistió a verlo, dándosele sepultura en el cementerio de la ciudad. El teniente Luna fue el primer P.N.D. que subió al campamento antes del asalto.
Los datos nos fueron suministrados por el teniente Luna y el sargento Dotel, que estuvieron en la jornada.
Con la muerte de Olivorio consideramos terminada para siempre su burda religión, la que constituía un oprobio para esta Común, aunque gran parte de sus adeptos eran elementos extraños a ella.
Para el próximo número ofrecemos publicar una historia del liborismo, arrancando desde su iniciación".
Hasta aquí la información publicada por E. O. Garrido Puello en El Cable.
A diferencia del desenlace de otros enfrentamientos, la capacidad de fuego del grupo armado de Liborio esta vez resultó insuficiente para repeler con éxito la embestida del gobierno militar. El asalto fue por sorpresa, y esto también contribuyó para que no se produjeran bajas en las tropas dirigidas por los norteamericanos.
En la colección del periódico hay otras informaciones, igualmente interesantes, sobre este y otros temas.
Como certeramente apunta el amigo Sinecio Ramírez contiene un enorme caudal de datos sobre hechos ocurridos en el Sur dominicano y el país, entre 1921 y 1930: En la política, la vida económica y social, el arte, los deportes, las obras públicas y las relaciones con Haití.
En sus páginas está grabada la memoria escrita del Sur, algo que puede ser certificado por especialistas de la Academia Dominicana de Historia.
Hemos comenzado a difundir estas informaciones por internet, gracias al espíritu abierto y pluralista del director de este medio, a quien agradecemos su entusiasta colaboración.

Nota: el autor es periodista y escritor.