lunes, 13 de septiembre de 2010

Fusión de hecho con Haití / Tesoros ocultos del periódico El Caribe XII)

Este artículo de nuestro amigo Edgar nos remite a un tema de gran discusión
entre los dominicanos, y tiene sus antecedentes históricos precisamente desde el
momento en que nos separamos de Haití. Compartimos la isla, y estuvimos bajo el
yugo haitiano durante 22 años, hasta que en 1844 fue declarada nuestra
independencia. Usted tiene la palabra.

Por Edgar Valenzuela / Colaboración
Reportes oficiales indican que los hospitales públicos dominicanos están actualmente abarrotados de haitianos.
Luego de ocho meses del devastador terremoto del 12 de enero en Haití la demanda de servicios sanitarios se ha duplicado en República Dominicana.
Como en Haití no hay centros de salud en condiciones de atender adecuadamente a la población, los enfermos son trasladados a través de la frontera artificial existente, y ya en este lado de la Isla hay que darle hasta las aspirinas.
¡Los haitianos cruzan sin un centavo, y por humanidad los médicos dominicanos tienen que suministrarle los medicamentos!
Los vendedores ambulantes, los trabajadores en la construcción de edificios, los niños y las mujeres en los semáforos son señales de que la alegada fusión entre República Dominicana y Haití está en marcha.
¡No oficialmente, si no de hecho; sin armas y sin bulla!
No se trata de asumir discursos racistas ni agresivos en perjuicio de nuestros hermanos siameses, tan necesitamos o más necesitados que nosotros de colaboración y de aliento.
Pero no podemos ponernos una venda en los ojos para no ver esta realidad.
Se están instalando colonias de haitianos de este lado de la frontera, sin ningún permiso legal ni regulación de las autoridades de migración.
Y cuando se quiera venir a abrir los ojos la mezcla con los haitianos o la fusión de ambos pueblos podría ser irreversible.
Lilís tenía en sus venas sangre haitiana; Trujillo y Balaguer la tenían. Y Los tres fueron presidentes del país.
El periódico El Cable, tan injustamente oculto a los ojos de los dominicanos, publicó una serie de artículos sobre el mismo en la década del 20 del siglo pasado. A la luz de esta denuncia, es más que oportuno releer uno como este:

La cuestión fronteriza

Un reciente incidente en la frontera noroeste ha puesto de actualidad el importante tópico, que es un conflicto permanente entre dos estados limítrofes, de nuestras fronteras, abandonadas desde antaño a la conquista pacífica y constante de los haitianos por la criminal incuria de nuestros gobiernos, más atentos al interés del politiqueo, que a los problemas externos e internos de la República.
El conflicto data desde la constitución de la República.
Desatadas las pasiones interiores; entregado el país a las sórdidas luchas partidaristas que lo han llevado de tumbo en tumbo hasta caer en la boca voraz del pulpo del Norte, los haitianos han podido desarrollar sus pacíficos y ambiciosos planes de absorción de nuestro territorio en desamparo insidioso, del cual se han apropiado de varios cientos de kilómetros cuadrados, sin que seriamente nuestros gobiernos se hayan preocupado por el arreglo definitivo de los límites que han de separar permanentemente los dos estados que se dividen el dominio de la Isla, como medio de conservar la paz y la armonía entre ambos pueblos.
Si no se han ocupado en fijar los límites definitivos, menos han puesto atención al problema de la nacionalización de las fronteras, que se van haitianizando ¡qué vergüenza! ante la indiferencia cómplice del pueblo y del gobierno.
El momento es oportuno para reflexionar. Somos imprudentes, exaltados y dados a las actitudes espectaculares. Cada vez que se anuncian violaciones a nuestra integridad territorial, los ánimos vibran; las pasiones suben y con arrogancias impropias del momento, agotamos los epítetos insultativos; pero en el fondo no hay más que simulaciones que patriotismo: nuestra atávica indolencia, unida al cáncer del politiqueo, con incapaces de actuar seriamente en ningún problema fundamental que afecte a los intereses vitales de la República.
Los acontecimientos no ponen esta pregunta en los labios. ¿Qué se ha hecho por las fronteras? La respuesta es dolorosa: un nada desesperante. La instrucción pública, el punto primordial de la nacionalización, es un mito.
Es un mito porque en las fronteras no existen verdaderas escuelas. El personal docente actual, con algunas excepciones, es ignorante, incumplidor e incapaz de comprender la altura moral de su misión patriótica.
Que nosotros sepamos, ni el gobierno ni las autoridades escolares han tratado, en bien del país, de buscar una fórmula eficaz que resuelva satisfactoriamente la educación de la población fronteriza.
A nuestro ver, podían dictarse reglamentaciones haciendo obligatorio, como un deber patriótico indeclinable, que todos los maestros graduados actualmente en ejercicio y los que en el futuro se graduaren de tal, prestaran durante un año sus servicios en las fronteras, disfrutando de un sueldo que compense el sacrificio. Naturalmente que no queremos decir todos a la vez, sino la cantidad necesaria para cubrir las escuelas actuales y las que se creen en virtud del plan de instrucción que se desarrolle.
También se echa de menos la formulación de programas especiales, basados en el ideal patriótico que se persigue: la dominicanización.
Por otra parte, las fronteras carecen de autoridades conscientes. Lo que estas pudieran hacer en bien del país, es incalculable, si fueran elementos capaces de interpretar las funciones que desempeñan.
Esto es de fácil solución. Basta crear, dentro de la P. N. D., las compañías que sean necesarias al servicio fronterizo, con oficialidad, y clases compenetradas de la importancia de su misión y de su deber, para que se opere con ellas un cambio radical y favorable al sentimiento nacional.
El problema de la nacionalización de las fronteras es vasto y cuesta dinero; pero el honor exige, no la vocinglería del patrioterismo, sino su solución inmediata: hechos palpables.
24 de abril de 1923. No. 114. Año III. pp. 3
Como se ve este tema no es nuevo. Hace más de 80 años que se viene dando la voz de alerta. Pero ningún Gobierno, con ayuda internacional o no, ha podido hallar una solución salomónica, de fondo, al problema.

El autor es periodista, teatrista y escritor.

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