martes, 4 de mayo de 2010

Freddy Gatón Arce en la Feria del Libro

En Santo Domingo, capital dominicana, estamos celebrando la XIII Feria Internacional del Libro, dedicada al poeta dominicano Freddy Gatón Arce y, como país, a México. Y, ?quién fue este poeta nuestro? Después de la muerte del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, nuestro país atravesó por un corto tramo de inestabilidad política, de reajuste de sus fuerzas internas, hasta que en 1962 se convocó a elecciones presidenciales. Un golpe de Estado, en septiembre de 1963 corta la posibilidad de democratización, y dos años más tarde, 1965, estalla la llamada revolución de Abril, encabezada por un sector de las fuerzas armadas, aliado al partido derrocado en el 63, que procuraba precisamente el retorno a la constitucionalidad, a la vuelta al poder de los derrocados. En el 66 se producen nuevas elecciones presidenciales, y el país estuvo ocupado, hasta ese momento, por una llamada fuerza de paz, que los dominicanos conocimos como el ejército de ocupación procedente de Estados Unidos. En este contexto surgió el periódico vespertino El Nacional de !Ahora!, y fue dirigido, por mucho tiempo, por el poeta y abogado Gatón Arce, de quien fue su principal editorialista. El director general y propietario lo fue el doctor Rafael Molina Morillo. Aquel diario, su director y su equipo, como tal, hizo historia. A principios de los noventa hablé con esta importante figura respecto a la situación del periodismo dominicano, y lo resumió así: está poco humanizado, ha perdido cualidades, le falta humanizarlo. A continuación copio uno de sus poemas:
Rocío subrosa
Nosotros. Ya no sucede nada. La mar no tiene remordimientos y la brisa no la despeina. Un saludo queda suspenso en las miradas, en las búsquedas íntimas, y no hay más que nosotros. Nosotros: Vlia, tú y yo, que nada sabemos, ni siquiera sonreimos de una vida a otra, y pensamos como si fuéramos uno, uno solo que se desvive en el cielo, de todos los días nublados por azules. Nosotros ya no queremos ni siquiera mirarnos a través de las pupilas azules. Estamos como si fuéramos dos ojos, cuatro y cien corazones desplegados. Ya no podemos más, y Vlía y tú lo comprenden perfectamente. No nos encontramos ni en el cáliz de la redoma de la bruja cargada de lavandas. Creo que nuestros ojos están fatigados de las distancias recorridas, y que no podemos vindicamos en los sueños cargados de rocío febril. Iremos navegando en el mar de todos los sinsabores cuajados de dulzuras y de todas las sagrados mentiras. La vela que asoma a lo lejos Vlía y tú y yo, gaviota de horizonte se ha engrandecido de
vientos para adentrarse en la ría de canalados sentires. Nosotros, ¿qué esperamos de nosotros? ¿Y de ti? ¿Y deVlía? Estamos situados en la infinita distancia de la cercanía y ni siquiera sollozas. Las lágrimas se hicieron para la fuerza. Tendremos que inventar una nueva telepatía de las almas para encontrarnos extraterrenos, o subrosa como quieran los hados de todos nuestros deseos, de los deseos tuyos, de los deseos de Vlía. Ya no podemos cargarnos más de mentiras inclinadas de ojos y dedos de frentes cuidados de cabelleras invisibles. Debemos irnos viendo en ese mapa que carece de posición fisiológica: corazon. Quiero queremos tú y yo y Vlía lo sabemos bien: siempre lo hemos querido en todos los anhelos borrados de sueños que nos vayamos adonde tengamos lo que nadie sabe, lo que todos hemos sabido desde antes de conocernos. Porque ni tus ojos, ni los ojos de Vlía, ni los míos, están espejando nada, ni siquiera a nosotros, Vila. Yo quiero que lo sepas que lo sepamos ya nada acelera mi corazón.

jueves, 29 de abril de 2010

Un libro de Tejada Holguín

En la Feria Internacional del Libro que se celebra en Santo Domingo, capital dominicana, en estos días de abril hasta los primeros de mayo obtuve el libro "La verdadera historia de la mujer que era incapaz de amar", de Ramón Tejada Holguín. En 125 páginas podemos leer 13 historias bien contadas, con un concepto modernista, en una narrativa de fácil seguimiento, siempre sobre la textura de lo social y netamente urbano: la sociedad de hoy, de su generación.
Esta autor, con otros libros ya publicados, nació en San Francisco de Macoríos, provincia Duarte, en el nordeste de República Dominicana, en 1961. Es sociólogo, pero incursiona en la política, como crítica del quehacer cotidiano de nuestro sistema político, y podemos decir que se trata de una persona que ejerce su ciudadanía con plena conciencia de sus derechos y deberes.
Me gusta su estilo.
El libro recoge las siguientes títulos:
Así llenamos nuestros espacios temporales, La Mónica que me creó, La verdadera historia de la mujer que era incapaz de amar, Cuentos de Frank Ramírez Pérez, Encomio femenino, Los ojos de Sara, El recurso de la cámara lenta, Jon, María y las horas felices, La carta de... ?Sara?, X y Z, Recurrencias, Dominio de la nostalgia y Dinimuto hábitat.
Este libro fue editado por Forolibro, Dirección General de la Feria del Libro, 2010.

lunes, 19 de abril de 2010

El origen de la tierra

Este es un cuento criollo, cuyo autor ignoro. Pero lo reproduzco por su estilo, sencillez. Una buena muestra. El tema ha dado origen a distintas narrativas, y siempre muy buenas.

Cuentan que en el principio existía sólo Ñanderú, el dios creador, que se había hecho a sí mismo. Lo primero que creó fue el lenguaje, las palabras y a otros dioses para que lo hablaran: cuatro parejas que iban a tener hijos también dioses.
Ñanderú tenía un bastón, y quiso que la punta engordara, de allí salió la Tierra.
Para que la tierra no se moviera demasiado creó cinco palmeras inmortales, que se ubicaron
en el Centro, el Este, el Oeste, el Norte y en el Sur.
Al cielo lo apoyó en cuatro columnas de madera iguales a su bastón. Luego creó animales y plantas, como el Colibrí, la Víbora y la Cigarra. Primero cubrió a la tierra con una selva continua. Pero luego agregó campos, con árboles y a la Langosta, que en donde apoyaba su cola desaparecían los árboles y crecía pasto, creándose llanuras. Terminado esto llegó la Perdiz que ocupó dicho lugar. Luego Ñanderú creó al Tatú que vivía debajo de la tierra.
Le siguió la Lechuza, dueña de la oscuridad.
Pronto aparecieron otros animales, los hombres y mujeres.
Hecho esto el Dios Creador volvió al Cielo y dejó a cargo de la Tierra a los otros dioses.
Como algunas personas eran buenas y otras malas, los dioses hicieron cambios, por esta razón mandaron un diluvio. La gente buena subió al cielo y los restantes se convirtieron en:
ranas, peces, etc.
Luego Ñanderú pidió a uno de sus hijos, Jakaira, que hiciera de nuevo a la tierra, éste asignó esa tarea a su hijo Pa-pa Mirí. Éste amasó a la Tierra, la llenó de árboles y nuevos animales y plantas. Hizo ríos, arroyos y piedras.
Un día lo llamó su madre y dejó las cosas como estaban, formándose las montañas, restos de tierra y piedras.

miércoles, 14 de abril de 2010

Sobre don Aquiles Julián

Hace mucho lo conocí pero tenemos unos vínculos tan irregulares que posiblemente le pase por su lado sin que pueda reconocerme, y esto me importa poco. Cuanto me place es la labor que viene desarrollando en su calidad de “editor digitalizado”. ¿Qué está haciendo que me parece loable, importante y comparto con ustedes?
A través de nuestros correos electrónicos recibimos un libro digital, con muchas o pocas páginas, con temas de gran interés; pero la mayoría son libros de cuentos, una novela corta y en algunos reproduce poemas clásicos y modernos. Recoge autores nacionales y de cualquier otra parte del mundo, y recibimos esta publicación sin ningún esfuerzo.
Recientemente nos anunció una colección de narradores dominicanos, de los de hoy, de ayer, anteayer y de los de siempre. Es la tendencia, leer a través de la pantalla de nuestro monitor libros, artículos, informaciones, recibir el impacto de la modernidad. Y si alguien, en este caso Aquiles, decidió hacerlo por cuenta propia, sin pensar si quiera en ganarse unos centavos en esto, lo celebro, lo apoyo y lo subrayo.
Cuando vemos los libros que nos envía no aparece nunca un solo anuncio de ninguna empresa privada ni de ninguna institución gubernamental, lo cual significa que jamás persigue dinero con tales publicaciones y su distribución a través de los correos de todas aquellas personas que conoce o estaría por conocer.
Cuando vi aquello por primera vez, pues me encantó. Y si alguien entiendo que estoy promoviéndolo, perfecto. Es verdad. Porque al hacer estoy tratando de reconocer el
“mérito merecido” de quien hago. En esta caso, Aquiles Julián.

lunes, 12 de abril de 2010

Sobre algunos principios

Cada día me convenzo de la necesidad que tenemos de aprender a pensar con efectividad: ser eficiente y ser efectivo. Y así, aprender a resistir, y aprendido estos dos elementos, lograr alta motivación, una motivación constante. Podemos tener claro el camino, la ruta a seguir, pero perdemos con mucha facilidad la motivación para cumplir exitosamente nuestros retos. Luego, tenemos que aprender a cómo aprender para entonces desamprender aprendiendo de lo nuevo. La otra cosa clave es aprender a comunicarnos consigo mismo y con los demás. En pocas palabras, cinco cuestiones capitales básicas.

miércoles, 7 de abril de 2010

Como si fuera suyo

Cuento – angel barriuso

-Aquí tienes diez pesos. Es lo que le toca, José. A usted, Moreno, tenga lo suyo. Y usted, Ramón, aquí tiene lo que se ha ganado.
Puesto de pie, José se colocó frente a don Pusano, y medio furioso, dijo:
-¡Diez pesos! Pero, ¿cómo va hacer eso, don Pusano, si yo he trabajado la semana entera? ¡No he faltado un solo día de la semana!
Y tratando de aclarar cualquier duda posible, reclamó:
-¡Cuénteme los días de la semana, si no me cree!
El rostro pálido de José estaba sucio, empolvado de la madera, y sudaba. Don Pusano lo miró sin pestañar, con los ojos clavados en lo más profundo de su muchacho. Luego, muy tranquilo, le respondió a José.
-Pues así es. A usted le habíamos dado veinte pesos la semana pasada. ¿Acaso lo olvidó?
-¡Es que no puede ser, usted no me pagó!
-Acuérdese que sí. Piénselo, verá que no miento.
Don Pusano dio la espalda, y cuando lo hizo repitió para sí que nunca miente. José miró a Moreno, a Ramón y a los otros ebanistas, quienes permanecieron en absoluto silencio en cada rincón del estrecho taller. Al notarlos inmóviles, abandonó el lugar sin volver a decir ninguna palabra ni siquiera dejó la ropa sucia ni se lavó la cara y los brazos, como de costumbre.
-Nosotros también terminamos, y nos vamos, don Pusano.
-Nos vemos el lunes, muchachos.
José llegó a la capital durante una mañana cualquier desde El Seibo, donde día a día cuidaba las vacas de su padre en una finca de mucha yerba y pocas reses, con algunas gallinas. Para encontrar naranjas y mangos, tenía que recorrer una distancia dos veces el tamaño del terreno de su padre. “Como dos kilómetros de un lado a otro”, contaba a sus amigos.
A la capital llegó casado con Rolanda Jens, una muchacha graciosa de San Pedro de Macorís. Tenían un solo hijo, de una piel enrojecida, como su padre José, que igualmente miraba con unos ojos verdes, y lo mismo que su progenitor macho, un pelo crespo castaño, casi medio rubio. “No quise esperar a que muriera el Viejo para recibir un pedazo de tierra”, le confesó a su amigo Ramón, cuando en medio de cualquier borrachera recordaba los hatos de El Seibo y el viento seco que de vez en vez soplaba.
Pero el lunes, José fue el primero en llegar a su trabajo y esperó ansioso a don Pusano, y cuando lo tuvo delante sólo atinó a saludarlo, como si nada hubiese ocurrido entre ambos. El patrón, medio sonreído, le puso un brazo en su hombro izquierdo y le preguntó por su familia.
Pasaron dos días y todo transcurría normal, excepto que en sus horas libres José parecía entretenerse con un pedazo de metal, que pulía con esmero en la piedra eléctrica. Fue al cuarto día cuando sus compañeros observaron que tan pronto comía no se despegaba de la piedra eléctrica, con un objeto en sus manos que ya brillaba desde lejos.
-José, tu eres un seibano fuerte. En vez de descansar, como lo hademos nosotros, te pones a fuñir con esa cosa. ¿Qué haces, mi hermano?
-Nada, Ramón, nada…me entretengo.
Una semana después, al medio del viernes había tocones de cedro y caoba, y algunos trozos de pino. Era madera sin pulir, pero en el taller no se podía hacer nada hasta tanto terminaran con entregas pendientes de dos juegos de comedor de seis sillas cada uno y un juego de muebles, y éste último pedido estaba a cargo de José.
-José, ¿ya dejaste descansar la piedra?
-Por qué? ¿Quieres hacerlo, Moreno?
Y uno de los ayudantes estalló en risas, y así rieron todos cual viejos amigos en parrandas. Pronto fue otro día de pago, sábado, y José estaba ya cambiado de ropa. Fue el primero en lavarse los brazos y la cara, y colgar la ropa sucia en un rincón del taller, como de costumbre. Sin embargo, esta vez José tenía en uno de sus bolsillos el objeto metálico al que tanto tiempo dedicó para pulirlo en una máquina eléctrica hasta sacarle filo, cual navaja.
Uno de los muchachos anunció la entrada de don Pusano.
-Ramón, ¿en qué estamos con el comedor que tienes a tu cargo? Ya lo están esperando y necesitamos tenerlo listo a más tardar el miércoles. Los otros juegos, también. En el curso de la próxima semana tenemos que entregar todas las cosas pendientes. Este puede ser un gran mes, y a todos nos puede ir muy bien.
Tan pronto terminó con Ramón, comenzó a llamar uno a uno a cada ebanista, y fue pagándole, dejando de último a José, precisamente el primero en vestirse para esperarlo.
-José, este negocio es como si fuera suyo. Estoy seguro y más que seguro que en El Seibo no te iba tan como aquí. Has aprendido a hacer cosas diferentes. Eres un buen ebanista y un buen tapicero. Y si ustedes no lo sabían, ser un buen ebanista y un buen tapicero es mil veces mejor que ser un albañil. Eso de bregar con cemento y una fuñida pala o un fuñido pico es una brega muy fuerte. Aquí tu trabajas en la sombra, y si quieres hacerte una mecedora para descansar en tu casa, junto a tu mujer y los hijos, mientras ve televisión, lo puedes hacer. Esto es como tuyo.
José lo escuchó atentamente, con una mano dentro de unos de los bolsillos del pantalón. Mientras oía, apretaba el trozo metálico punzante . Moreno estaba a punto de salir del taller, y al verlo tieso se quedó e hizo seña a los muchachos para que nadie saliera del taller.
Don Pusano continuaba inadvertido, hablándole de las bondades del trabajo. José fue acercándose. El trabajo dignifica al hombre, expresó don Pusano. Y José sonrió porque así hablaba su papá cuando él no quería madrugar para ordeñar las vacas. Pero mantuvo una mano en el bolsillo, cual manco. Y volvió a escuchar a don Pusano.
-Así es, José, ven y cobra para que disfrute del fin de semana. Ese juego de muebles te está quedando bien. Sabe, me gustó la forma que le diste al espaldar. No se me había ocurrido una idea así, y eso me hace pensar que un ebanista es como un escultor. Un ebanista bueno, José, es un artista. ¿Qué te parece? ¡Tù eres un artista!
Y don Pusano extendió su brazo a José con un suma de dinero envuelta entre sus dedos.
-Cuéntelo. ¿Sabes una cosa? Tu mereces eso y más…
Y José, con la cara cerrada, como medio distante, cual animal que acecha a su presa, fue acercándose a don Pusano, siempre en silencio.
-Yo te haré rico, José. Tan pronto entreguemos estos trabajos pendientes, haremos un sancocho. Y yo te haré rico.
José empuñó el dinero, y sintió un paquetico más grande que los que pudo recibir en otros días.
-Así es, don Pusano, yo también lo creo.

martes, 16 de marzo de 2010

Otra vez la zona colonial en RD


Hace ya algunas semanas anotaba que los ayuntamientos, y en especial Turismo, debían de hacer de nuestras ciudades espacios para el entretenimiento, la diversión, la animación, que permitan al ciudadano apropiarse de su entorno y liberar la carga de los pesados días, de sus preocupaciones cotidianas, de la fatiga del tránsito y del trabajo, de tal manera que un paseo podamos disfrutarlo con un menú u oferta dirigido a la familia y al individuo, con propuestas gratuitas y otras pagas, y dadas nuestra condición isleña acomodarnos cual estancia turística, de turismo interno e internacional.
Estaríamos repitiendo experiencia de otra naciones, nuestra zona colonial aprovecharla al máximo a los fines de transformarla en un lugar atractivo para todo el mundo, sin necesidad de corromperla ni de hacer de su casco un prostíbulo ambulante. Porque cualquier zona colonial es viva, jamás un cementerio ni una tumba para visitar los altares de aquellos que han cumplido 500 años de historia. No negaremos la historia ni el pasado, tampoco dejarnos morir u agotarnos entre cuatro paredes huecas.
Dijo esto en una ocasión: “República Dominicana es vendida como un gran destino turístico en el Caribe, y efectivamente competimos. Pero nos faltan detalles, formas de aprovechamiento de oportunidades que brotan del sentido común ciudadano. Por ejemplo, fiestas populares que adquieren carácter de tradición en Santo Domingo y en otras localidades e igualmente fiestas de palos en San Cristóbal, Baní y en Villa Mella, por citar algunos eventos casi inadvertidos, con excelentes condiciones para promovernos un poquito más”.
También esto otro: “Hace un tiempecito escribí es esta misma página sobre la necesidad de animar la ciudad, una tarea que perfectamente pueden realizar nuestros ayuntamientos o la Secretaría de Estado de Turismo, porque así como tenemos el Festival del Merengue en la avenida George Washington, de igual manera podríamos emprender otros eventos que adquieran carácter popular y que, de una manera u otra, constituyan razón turística, ya para el turista interno o para atraer a extranjeros deseosos de disfrutar de la espontaneidad caribeña.”
Y estas líneas muy a propósito de la inquietud reciente por nuestra ciudad colonial y sus bares y centros de diversión. Para algunos, las cosas van mal. Hay un desorden. Para otros, estos lugares deben de existir. Reitero: podemos construirnos diversión. ¿Imaginemos a la Plaza España desierta, deshabitada? ¿O las casas cerradas de toda la ciudad colonial, sólo con sus luces recordándonos los tiempos idos de la colonia? Residentes en calles dotadas de ruinas colonias, hoy utilizadas para el esparcimiento ocasional, protestan. Es su derecho. Pero, ¿qué pasaría en el Malecón, el escenario natural de fiestas populares y el festival del merengue, si quienes residentes en edificaciones y hoteles también protestaran? Hay trozos de nuestra ciudad que, aunque habitados por distintas familias, constituyen lugares comunes; pero como tienen igual derechos que los demás, entonces Turismo o nuestras autoridades municipales son las llamadas a mediar a los fines de que respetándonos todos, la ciudad jamás pierda sus encantos, su diversión, su esparcimiento, su ritmo, su cadencia, su música y su bolero.