Angel Barriuso. Opinión. Permítanme compartir algunas inquietudes respecto al desempleo, ocupación, desocupación. Falta de oportunidades y oportunidades que podemos aprovechar.
Muchas veces no vasta con la titulación en carreras universitarias, grados y posgrados o maestrías. Pareciera que los cambios experimentados en el mundo, repletos de alta tecnología, modernidad y postmodernidad, nos conducen hacia nuevos perfiles de los puestos laborales y de las carreras universitarias. Y es aquí cuando deberíamos rediscutir los números para interpretar el impacto de la economía versus crisis en la generación de nuevas plazas para los egresados de las escuelas de altos estudios y de los veteranos. O para lo que hoy están desempleados o perdieron la plaz. Su empleo.
¿Debemos de hablar de crisis? ¿De qué crisis? Quizás muchos estamos quedándonos atrás de los acontecimientos y revoluciones sistemáticas de las ingenierías del conocimiento adquirido para su aplicación como modo de vida de cada ciudadano. La gran revolución es la reingeniería de los conocimientos por estilos de vida que reflejan nuevas manera de producir riquezas. Un computador, de simple procesador de datos o palabras e igualmente un aparato telefónico, a través del cual sólo nos saludábamos, vienen transformándolo todo, absolutamente, desde el mismo momento en que se convierten en objetos de impacto en la economía de cualquier persona, capaces de transformar el “modus operandi” de una empresa, del individuo y de la sociedad.
¿Qué nos deja en las manos las nuevas tecnologías?
Pues un pasado, un presente y la navegación en el futuro inmediato. Tiempos en evolución sin momentos de descanso. Leer el libro, puedes oírlo en tanto trabajamos o hacemos cualquier otra tarea. Desde el celular, hablamos, grabamos, reproducimos vídeos, fotos, sonidos, nos conectamos. Y si desde mi celular puedo grabar una boda, un bautizo….entonces, ¿para qué contratar el servicio de un fotógrafo, si en tiempo real podré compartir con parientes y allegados cualquier ceremonia? Un computador portátil, y hasta el propio celular, es una oficina, una empresa a través de la cual moviliza economía, compro y vendo; participo en el mercado, actúo en calidad de consumidor e igualmente de proveedor, y desde cualquier lugar, desde cualquier rincón, un parque, una cafetería, con la evidencia de ahorrarme energía eléctrica, determinados costos.
He conocido amigos y amigas que de pronto me sorprenden con una tarjeta de presentación, representan empresas internacionales que forma fortuita la obtuvieron rebuscando en la Internet, matando el tiempo en un teclado. Es decir que las relaciones comerciales, industriales, productivas o financieras, giran hacia expresiones novedosas de participación y/o asistencia. Luego, el empleo cambia. El oficio es otro. El perfil laboral va teniendo otro carácter. El propio oficio del periodismo experimentará cambios tan dramáticos que posiblemente pierda interés como opción laboral.
Obviamente, en países como el nuestro, donde conviven formas modernísimas de ganarse la vida respecto de estilos antiquísimos, aún el empleo/desempleo es la manifestación pura y simple de una economía con poca generación de plazas por fallas estructurales, de una ingeniería clásica del crecimiento socioeconómico. No obstante, es tiempo, siempre, para repensarnos, para vislumbrarnos, para replantearnos los conocimientos como producción social del reciclaje e ir más allá del reciclaje. Ver la vida. Obvio, la medición del empleo y su calidad no es común a toda América.
martes, 25 de enero de 2011
lunes, 17 de enero de 2011
Alfonsina y el mar
Alfonsina Y El Mar /Composición: Ariel Ramirez / Felix Luna
Por la blanda arena / Que lame el mar /Su pequeña huella / No vuelve más
Un sendero solo / De pena y silencio llegó /Hasta el agua profunda /Un sendero solo
De penas mudas llegó /Hasta la espuma.
Sabe Dios qué angustia / Te acompañó /Qué dolores viejos /Calló tu voz /Para recostarte /Arrullada en el canto /De las caracolas marinas /La canción que canta
En el fondo oscuro del mar /La caracola.
Te vas Alfonsina /Con tu soledad/¿Qué poemas nuevos/Fuíste a buscar?/Una voz antigüa
De viento y de sal /Te requiebra el alma /Y la está llevando /Y te vas hacia allá
Como en sueños /Dormida, Alfonsina /Vestida de mar.
Cinco sirenitas/Te llevarán/Por caminos de algas/Y de coral/Y fosforescentes
Caballos marinos harán /Una ronda a tu lado/Y los habitantes/Del agua van a jugar
Pronto a tu lado.
Bájame la lámpara/Un poco más/Déjame que duerma/Nodriza, en paz/Y si llama él
No le digas que estoy /Dile que Alfonsina no vuelve/Y si llama él
No le digas nunca que estoy/Di que me he ido.
Te vas Alfonsina /Con tu soledad/¿Qué poemas nuevos /Fueste a buscar?
Una voz antigua /De viento y de sal/Te requiebra el alma/Y la está llevando
Y te vas hacia allá/Como en sueños/Dormida, Alfonsina/Vestida de mar.
Nota de AB:
Reproduzco estas letras, estos versos, de un poema extraordinario. Mercedes Sosa, ya fallecida, la interpretó, convertida en canción, en forma igualmente extraordinaria. Buen provecho.
Por la blanda arena / Que lame el mar /Su pequeña huella / No vuelve más
Un sendero solo / De pena y silencio llegó /Hasta el agua profunda /Un sendero solo
De penas mudas llegó /Hasta la espuma.
Sabe Dios qué angustia / Te acompañó /Qué dolores viejos /Calló tu voz /Para recostarte /Arrullada en el canto /De las caracolas marinas /La canción que canta
En el fondo oscuro del mar /La caracola.
Te vas Alfonsina /Con tu soledad/¿Qué poemas nuevos/Fuíste a buscar?/Una voz antigüa
De viento y de sal /Te requiebra el alma /Y la está llevando /Y te vas hacia allá
Como en sueños /Dormida, Alfonsina /Vestida de mar.
Cinco sirenitas/Te llevarán/Por caminos de algas/Y de coral/Y fosforescentes
Caballos marinos harán /Una ronda a tu lado/Y los habitantes/Del agua van a jugar
Pronto a tu lado.
Bájame la lámpara/Un poco más/Déjame que duerma/Nodriza, en paz/Y si llama él
No le digas que estoy /Dile que Alfonsina no vuelve/Y si llama él
No le digas nunca que estoy/Di que me he ido.
Te vas Alfonsina /Con tu soledad/¿Qué poemas nuevos /Fueste a buscar?
Una voz antigua /De viento y de sal/Te requiebra el alma/Y la está llevando
Y te vas hacia allá/Como en sueños/Dormida, Alfonsina/Vestida de mar.
jueves, 13 de enero de 2011
A como le dé la gana
Angel Barriuso/artículo
Ya se ha escrito mucho sobre el individualismo tratando de explicar estilos de vida, patrones culturales, la psicología social de la modernidad. Algunos hablan de dos momentos u olas del desarrollo o evolución de esto, situando un primer momento o primera ola del individualismo cuando se produce una rotura con los dogmas religiosos para sumir nuevos valores vinculados o estrechamente ligados al patriotismo. En términos históricos, inicios del siglo XX, de ahí, quizás, movimientos nacionalistas.
El segundo de los momentos, también llamado segunda ola del individualismo se produciría a finales del mismo siglo XX, muy a pesar de que quienes dedican tiempo a reflexiones sobre esta materia estiman que este neoindividualismo marca al siglo 21. Puede tal vez señalarse que se trata de una reafirmación del individuo, cual “yo supremo”, por cuanto va negando su apegamiento o defensa patriótica, pura y simple, para mostrar mayor preocupación por sí mismo, por su destino y sobrevivencia.
El placer, la salud, satisfacer necesidades o urgencias meramente individuales, las tentaciones, la renuncia a los esquemas o simples estereotipos, posiblemente se aceptará determinadas regulaciones sin que quede afectada, de ninguna manera, mi calidad de vida. En consecuencia, referencias desde a lo que aspira como mi vida, mi proyecto de vida, y cualquier decisión colectiva será aceptada en la misma medida en que nunca pueda afectarse el espacio individual. Un rechazo pleno a lo coercitivo, la libertad.
“Al mismo tiempo, este individuo, liberado de las lógicas sacrificiales y de los sermones, exige que sus derechos sean respetados”, dicen los señores Eugenio Tirón y Ascanio Cavallo, en un texto sobre la comunicación para vivir en un mundo de señales, para agregar que la defensa de su mayor derecho es precisamente “el derecho a organizar su vida como le dé le gana, a opinar lo que se le antoje y a ocupar los bienes que estén a su alcance”. ¿Acaso no hemos oído decir: Esta es mi vida, yo respeto la tuya y tú respeta la mía, pero esta es mi vida, y con ella haga lo que me venga en ganas?
Lo que hacemos con nuestras vidas puede, de algún modo, tocar de mala manera a los demás. El individuo como ente social. Tal vez una contradicción natural que lleva dentro la naturaleza misma del individualismo. Sin embargo, la tolerancia se muestra como una palabra mágica, que resume probablemente la esencia de aquella frase de Juárez: el derecho ajeno es la paz. La cuestión es básica, la liberalización de la persona, en su individualidad, respecto a los compromisos colectivos.
Y esta individualidad, viéndolas desde la perspectiva de su primera ola y en su segunda podría facilitarnos el entendimiento y comprensión de la relación con los demás, incluyendo a los hijos, y del comportamiento de las corporaciones sociales o instituciones públicas, políticas o no políticas, sectoriales o territoriales.
Eugenio Tirón y Ascanio Cavallo se muestran convencidos de que el individualismo apela al consumismo y a los medios de comunicación para fortalecer su identidad, sustentándose en valores como seguridad, calidad, garantía. Y algo muy importante, da suficiente importancia a la transparencia. Condena todo aquello que se intenta ocultar. Luego le resultará inexplicable la falta de transparencia en un mundo cargado de informaciones y con tanto acceso a la información.
Ya se ha escrito mucho sobre el individualismo tratando de explicar estilos de vida, patrones culturales, la psicología social de la modernidad. Algunos hablan de dos momentos u olas del desarrollo o evolución de esto, situando un primer momento o primera ola del individualismo cuando se produce una rotura con los dogmas religiosos para sumir nuevos valores vinculados o estrechamente ligados al patriotismo. En términos históricos, inicios del siglo XX, de ahí, quizás, movimientos nacionalistas.
El segundo de los momentos, también llamado segunda ola del individualismo se produciría a finales del mismo siglo XX, muy a pesar de que quienes dedican tiempo a reflexiones sobre esta materia estiman que este neoindividualismo marca al siglo 21. Puede tal vez señalarse que se trata de una reafirmación del individuo, cual “yo supremo”, por cuanto va negando su apegamiento o defensa patriótica, pura y simple, para mostrar mayor preocupación por sí mismo, por su destino y sobrevivencia.
El placer, la salud, satisfacer necesidades o urgencias meramente individuales, las tentaciones, la renuncia a los esquemas o simples estereotipos, posiblemente se aceptará determinadas regulaciones sin que quede afectada, de ninguna manera, mi calidad de vida. En consecuencia, referencias desde a lo que aspira como mi vida, mi proyecto de vida, y cualquier decisión colectiva será aceptada en la misma medida en que nunca pueda afectarse el espacio individual. Un rechazo pleno a lo coercitivo, la libertad.
“Al mismo tiempo, este individuo, liberado de las lógicas sacrificiales y de los sermones, exige que sus derechos sean respetados”, dicen los señores Eugenio Tirón y Ascanio Cavallo, en un texto sobre la comunicación para vivir en un mundo de señales, para agregar que la defensa de su mayor derecho es precisamente “el derecho a organizar su vida como le dé le gana, a opinar lo que se le antoje y a ocupar los bienes que estén a su alcance”. ¿Acaso no hemos oído decir: Esta es mi vida, yo respeto la tuya y tú respeta la mía, pero esta es mi vida, y con ella haga lo que me venga en ganas?
Lo que hacemos con nuestras vidas puede, de algún modo, tocar de mala manera a los demás. El individuo como ente social. Tal vez una contradicción natural que lleva dentro la naturaleza misma del individualismo. Sin embargo, la tolerancia se muestra como una palabra mágica, que resume probablemente la esencia de aquella frase de Juárez: el derecho ajeno es la paz. La cuestión es básica, la liberalización de la persona, en su individualidad, respecto a los compromisos colectivos.
Y esta individualidad, viéndolas desde la perspectiva de su primera ola y en su segunda podría facilitarnos el entendimiento y comprensión de la relación con los demás, incluyendo a los hijos, y del comportamiento de las corporaciones sociales o instituciones públicas, políticas o no políticas, sectoriales o territoriales.
Eugenio Tirón y Ascanio Cavallo se muestran convencidos de que el individualismo apela al consumismo y a los medios de comunicación para fortalecer su identidad, sustentándose en valores como seguridad, calidad, garantía. Y algo muy importante, da suficiente importancia a la transparencia. Condena todo aquello que se intenta ocultar. Luego le resultará inexplicable la falta de transparencia en un mundo cargado de informaciones y con tanto acceso a la información.
lunes, 3 de enero de 2011
Haití sigue de mal en peor
Haití, precisamente. Compartimos la misma isla aquí en el Caribe, antillanos. Es parte de mi y nosotros, los dominicanos, somos parte de Haití. Y llama la atención que el terremoto que sacudió a Puerto Príncipe, su capital, cumplirá un año sin cambio significativo alguno en cuanto a su reconstrucción. En Santo Domingo, la capital dominicana, se reunió la Comisión de Reconstrucción de Haití, encabezada por el expresidente de los Estados Unidos, Bill Clinton. Ser creía que las cosas iban de mal a mejor o mejorando; pero el resultado de este encuentro es que: a) los fondos económicos esperados para los haitianos, luego de muchos anuncios y promesas, comenzarán a desembolsarse tal vez en menos de un 40% de lo esperado, b) los escombros continúan en las calles de Puerto Príncipe, c) apenas fueron recogidos los cadáveres. Recordemos que luego se aspiraba a que la recomposición política y gubernamental haitianos (elecciones presidenciales, nuevo gobierno) como condición para mayores desembolsos. En este mes de enero se celebrará la segunda vuelta electoral (ya veremos qué pasará), porque en febrero deberá inaugurarse un nuevo gobierno que sustituya a René Prával. El tercer elemento es el cólera, y un cuarto es la violencia que se mantiene como una amenaza política. Este es el cuadro, y podríamos llegar a la conclusión que a la comunicadad internacional le ha faltado sensibilidad, porque a un año del terremoto todo ha empeorado y nos hemos olvidado de que en Haití viven seres humanos. Y lo humano está por encima de todo.
miércoles, 29 de diciembre de 2010
martes, 28 de diciembre de 2010
La amenaza

Ángel Barriuso. Cuento corto.Diciembre, 2010.
El viento soplaba tan fuerte cual animal furioso. Y tal vez con razones de sobra. ¿Por dónde podría circular libremente si con la modernización quizás le hemos arrebato su espacio? Su rugir inmenso es su violencia, su choque brutal contra las paredes, sonidos emitidos justo en el momento en que encuentra un diminuto hueco a través del cual moverse. ¿Tendrá sentimientos? ¿Habla? ¿Es un mensaje? ¿Suponemos? ¿Qué puedo yo decirle al viento cuando estoy medio asustado debido a su amenaza por destruirme, cuando sé perfectamente de su angustia por arrebatarle yo su camino, tan natural en el mundo como la naturaleza misma del hombre? ¿Habrá algún punto de armonía? ¡Jamás! La disputa está echada. Ambos somos dos fenómenos del mismo tronco. Y luchamos.
lunes, 20 de diciembre de 2010
Muerte en el platanal
Angel Barriuso/ Cuento
Aquella mañana de octubre de 1977 amaneció lloviznando. Puerto Plata aparecía metida, cual forro, en neblinas. Y la extraña sensación de que la ciudad se borraba. Se tornó gris.
-¡Carajo, ahora está lloviendo!
-Tendremos que dejar las cosas para después, mi patrón.
-¡No, jamás! Hay que ir al platanal, hay que ver los becerros, tenemos mucho por hacer, y tengo que volver a la Capital.
-Pero mi patrón…
-¡Nada, hay que ir. Tenemos que trabajar!
La mujer gorda y alta, estaba ya, desde muy temprano en la mañanita, al lado del fogón. Hervía víveres, sofreía cebollas. Luego caminó hacia el canasto rebosado de pajillas, medio rebuscó hasta extraer varios huevos de gallina.
-¿Comemos huevos fritos o batidos?
-Comeremos huevos fritos. Para eso es la jodida cebolla, dijo el patrón.
Aún seguía la llovizna, y hacia el Atlántico se veía un nubarrón color lila, un cielo medio morado. La casa estaba construida sobre un pináculo.
-Jum, mi patrón. Ese cielo se va abrir en pedazos y habrá agua como hace mucho tiempo…
-Mira, ve, hijo, observa aquella vaca, en el corral, y aquella otra para ti. Tienen que cuidarlas.
Dos niños iban junto a su padre, don Samuel. Y Chepe, el peón de la absoluta confianza, no dejaba de hablar de la lluvia. Del aguacero que caería.
-¿Por qué, Chepe, no están ordeñando, quién tenía a su cargo achicar las vacas?
-Mi patrón, eso fue hecho como a la cinco, es que usted no se fijó bien. En la cocina estaban los bidones. Hoy usted está amanecío como guapo. ¿Qué le pasa, mi don?
-Yo quiero ver a la gente haciendo lo que tienen que hacer. No vengo de la Capital a pasear ni a ver montes ni animales. ¡Ni a ningún pendejo!
- A propósito, mi jefe, recuerde usted que usted puso a trabajar a unos hombres y no le ha pagado. La última vez eso no quedó muy bien, y aquí la gente no es como en la ciudad. Aquí somos diferentes, y cada hombre tiene sus mañas.
-Hablemos menos. Mira, mira aquel becerro. Ve allá, sácalo de entre los alambres. En eso es que tenemos que estar. ¡Muévelo! No lo hagas esperar que….
-Allá voy, estoy caminando, mi don.
Don Samuel rebuscó con la vista por debajo de su sombrero de alas anchas, tipo vaquero. Y preguntó por la vaca que había perdido la mitad de una oreja. No la vio por ningún lado. Sus dos hijos corrían de un lado a otro. Chepe retornaba de la empalizada, cuando tuvo que devolverse en búsqueda del becerro.
-No lo veo, mi patrón. Quizás está entre los montes. Recuerde que algunos se quedan debajo de cualquier árbol con estas lluvias. Ahorita mismo los veremos, quizás más para adelante o tal vez cuando estemos llegando al sembradío de plátanos.
Don Samuel no dijo nada. Siguió la marcha pero atrajo a sus dos hijos pequeños encaminándolo hacia la siembra de plátanos. Era un buen terreno, cuya propiedad fue de su abuelo, luego de su padre y hoy la disfruta de vez en vez y de cuando en cuando porque su vida transcurre en la Capital, en otros quehaceres.
-Pienso que debemos aumentar el paso hacia el platanal, mi jefe.
Pero el patrón se devolvió y decidió darle la vuelta al corral donde ordeñan las vacas. Miró tranquilamente todo. “Parece que sí, que efectivamente ordeñaron”, pensó. Ahora observó a lo lejos, en dirección a las lomas, porque el cielo seguía muy nublado e impresionaba. “Este será un fin de semana perdido”, comentó para sí. Chepe iba caminando cabizbajo, golpeando con sus pies algunas piedras pequeñitas, quizás jugando. Unas botas de goma le cubrían las piernas hasta las rodillas. Negras, enlodadas.
Allí, la neblina es un manto, esponjas flotantes sobre la vegetación y los animales. Se desdibuja. Gotitas sobre las hojas verdes. Coronitas de agua. La pangola y otras yerbas se extendían a lo largo y ancho de gran parte de la fina, y en dirección a la loma, el sembradío enorme de plátanos, en una tierra de tierno aroma. De mañanita, de tarde, a cualquier hora, aquello era motivo de orgullo de don Samuel, que lo transmitía a sus hijos, siempre atento a dos niños. La madre se quedaba en la casa de la Capital, quizás el campo le era de poco agrado o tal vez otras ocupaciones la entretenían. Dos años ya tenía don Samuel yendo y viniendo. El campo, la Ciudad. Lo urbano, lo rural. Los viernes depositaban melaza en un estanque grande, desde donde la distribuían hacia pequeños depósitos, en los cuales alimentaban a las vacas, privilegiando a las lecheras y a los terneros. Trozos de plátanos, rabizas y hojas de árboles removidos eran dados a los becerros. La mayoría de las vacas eran del tipo cebúes, otras del tipo holstein.
-Dices, Chepe, que los hombres aquellos todavía siguen trabajando en el platanal…
Hacía poco más de un año que don Samuel enfrentó de palabras a tres de sus peones.
-Sí, y recuerde que hay dos a quienes usted le adeuda….
-No, no les debemos. Se les ha pagado.
-Parece que hoy no nos estamos entendiendo bien con esos hombres, mi patrón. No están contentos, y se ven vengativos.
-Ese no es mi problema. No puedo mantener a todo el mundo contento. Aquí no hay fiestas, aquí venimos a trabajar.
-Es el trato, don Samuel. El hablao.
-Bueno, pero unos mandan y otros reciben órdenes. ¿O es que son mujercitas? ¡Qué se dejen de ñoñerías, de pendejadas, porque aquí hablamos bien claro!
Chepe anduvo el camino siempre mirando hacia el suelo. Pateaba cualquier cosa, tal vez buscando en qué entretenerse. O en qué pensar, mientras acompañaba a su jefe. Se mostraba nervioso, inquieto. Pensativo. A pocos pasos, el platanal. Hojas verdes, mojadas, y el aroma a tierra negra sembrada de plátanos. Se le vio en el Bar Apolo, próximo a Sosúa, cuando el sábado entró alegre, con la cerveza bien fría en sus manos. Allí estaban Felipe, Ramón y Papo, los notó tan pronto entró al salón. Sonaba un merengue en la vellonera. Cinco y treinta de la tarde. Una mujer blanca y de baja estatura se le acercó a Chepe, lo abrazó, le quitó la cerveza y tomó un sorbo llevándose la botella a la boca. El hombre la apretó a la mujer por la cintura, mientras élla sonreía y volvía a llevarse la cerveza a su boca. Tras dejarla, Chepe siguió su camino en dirección a los tres hombres a quienes distinguió cuando penetró al bar, y los saludó sin mediar palabras, excepto una señal con el índice de la mano izquierda, y los tres individuos se mostraron complacidos. Y nada más.
-Buenos días, patrón.
-Qué buenos ni qué buenos días, ¿no ven, carajo, esta jodida lluvia?
Dos hombres parecían esperar al patrón en medio entre los plátanos. Lloviznaba, efectivamente, pero sin fuerza. Eran Ramón y Felipe, quienes entraban y salían de la finca. Peones que se peleaban frecuentemente con su Jefe, don Samuel. Y por cualquier cosa. Siempre hay quienes toleran las discordias y negocian las discrepancias, las dejan pasar para que preservar la amistad o las relaciones laborales; y los hay intolerantes. Así es que Ramón y Felipe, ambos, se asemejaban a don Samuel. Cualquier cosa los irritaba, los hacía enfadar. Probablemente no se gustaban, nunca hubo empatía. Y aunque don Samuel era hombre de muchas mujeres, tal vez el cualquier conflicto con sus peones jamás pudo ser el celo, quizás razones económicas, porque los trabajadores visitaban cada sábado los bares y aún en el día del domingo…seguían de bares en bares.
-Y ustedes, si se puede saber, ¿qué buscan por aquí?
Chepe no decía nada, ni mostraba ninguna sorpresa por la presencia de Ramón y Felipe.
-Bueno, mi patrón, a nosotros no nos gusta la forma que usted tiene para hablarnos a ninguna hora. A nosotros nos parece que usted nos insulta. Que usted no nos quiere…
Don Samuel deslizó sus manos por la cintura, cual si algo buscara en el cinto. Siempre porta una pistola, y casualmente la había dejado en la cocina, al lado del plato donde dejó parte de su desayuno. Sus dos hijos medio distraídos, jugaban en su alrededor, cuando de pronto sintió un golpe en su espalda. Fue Chepe quien lo golpeó con un mazo, y sin pensarlo dos veces Felipe desenvainó un cuchillo largo y lo estocó en la boca del estómago de su patrón.
-No lo suelte, coño, se oyó decir a Felipe.
Los niños huyeron, y sólo se les escuchó gritar: ¡Papi!....
Chepe sostenía por detrás a don Samuel y fue cuando Ramón también uso de puñal para empujarlo en el vientre de don Samuel.
-Norma, Norma….
Volvieron a oírse a los niños cuando llamaban a Norma, la mujer que les había servido los huevos revueltos.
Aquella mañana de octubre de 1977 amaneció lloviznando. Puerto Plata aparecía metida, cual forro, en neblinas. Y la extraña sensación de que la ciudad se borraba. Se tornó gris.
-¡Carajo, ahora está lloviendo!
-Tendremos que dejar las cosas para después, mi patrón.
-¡No, jamás! Hay que ir al platanal, hay que ver los becerros, tenemos mucho por hacer, y tengo que volver a la Capital.
-Pero mi patrón…
-¡Nada, hay que ir. Tenemos que trabajar!
La mujer gorda y alta, estaba ya, desde muy temprano en la mañanita, al lado del fogón. Hervía víveres, sofreía cebollas. Luego caminó hacia el canasto rebosado de pajillas, medio rebuscó hasta extraer varios huevos de gallina.
-¿Comemos huevos fritos o batidos?
-Comeremos huevos fritos. Para eso es la jodida cebolla, dijo el patrón.
Aún seguía la llovizna, y hacia el Atlántico se veía un nubarrón color lila, un cielo medio morado. La casa estaba construida sobre un pináculo.
-Jum, mi patrón. Ese cielo se va abrir en pedazos y habrá agua como hace mucho tiempo…
-Mira, ve, hijo, observa aquella vaca, en el corral, y aquella otra para ti. Tienen que cuidarlas.
Dos niños iban junto a su padre, don Samuel. Y Chepe, el peón de la absoluta confianza, no dejaba de hablar de la lluvia. Del aguacero que caería.
-¿Por qué, Chepe, no están ordeñando, quién tenía a su cargo achicar las vacas?
-Mi patrón, eso fue hecho como a la cinco, es que usted no se fijó bien. En la cocina estaban los bidones. Hoy usted está amanecío como guapo. ¿Qué le pasa, mi don?
-Yo quiero ver a la gente haciendo lo que tienen que hacer. No vengo de la Capital a pasear ni a ver montes ni animales. ¡Ni a ningún pendejo!
- A propósito, mi jefe, recuerde usted que usted puso a trabajar a unos hombres y no le ha pagado. La última vez eso no quedó muy bien, y aquí la gente no es como en la ciudad. Aquí somos diferentes, y cada hombre tiene sus mañas.
-Hablemos menos. Mira, mira aquel becerro. Ve allá, sácalo de entre los alambres. En eso es que tenemos que estar. ¡Muévelo! No lo hagas esperar que….
-Allá voy, estoy caminando, mi don.
Don Samuel rebuscó con la vista por debajo de su sombrero de alas anchas, tipo vaquero. Y preguntó por la vaca que había perdido la mitad de una oreja. No la vio por ningún lado. Sus dos hijos corrían de un lado a otro. Chepe retornaba de la empalizada, cuando tuvo que devolverse en búsqueda del becerro.
-No lo veo, mi patrón. Quizás está entre los montes. Recuerde que algunos se quedan debajo de cualquier árbol con estas lluvias. Ahorita mismo los veremos, quizás más para adelante o tal vez cuando estemos llegando al sembradío de plátanos.
Don Samuel no dijo nada. Siguió la marcha pero atrajo a sus dos hijos pequeños encaminándolo hacia la siembra de plátanos. Era un buen terreno, cuya propiedad fue de su abuelo, luego de su padre y hoy la disfruta de vez en vez y de cuando en cuando porque su vida transcurre en la Capital, en otros quehaceres.
-Pienso que debemos aumentar el paso hacia el platanal, mi jefe.
Pero el patrón se devolvió y decidió darle la vuelta al corral donde ordeñan las vacas. Miró tranquilamente todo. “Parece que sí, que efectivamente ordeñaron”, pensó. Ahora observó a lo lejos, en dirección a las lomas, porque el cielo seguía muy nublado e impresionaba. “Este será un fin de semana perdido”, comentó para sí. Chepe iba caminando cabizbajo, golpeando con sus pies algunas piedras pequeñitas, quizás jugando. Unas botas de goma le cubrían las piernas hasta las rodillas. Negras, enlodadas.
Allí, la neblina es un manto, esponjas flotantes sobre la vegetación y los animales. Se desdibuja. Gotitas sobre las hojas verdes. Coronitas de agua. La pangola y otras yerbas se extendían a lo largo y ancho de gran parte de la fina, y en dirección a la loma, el sembradío enorme de plátanos, en una tierra de tierno aroma. De mañanita, de tarde, a cualquier hora, aquello era motivo de orgullo de don Samuel, que lo transmitía a sus hijos, siempre atento a dos niños. La madre se quedaba en la casa de la Capital, quizás el campo le era de poco agrado o tal vez otras ocupaciones la entretenían. Dos años ya tenía don Samuel yendo y viniendo. El campo, la Ciudad. Lo urbano, lo rural. Los viernes depositaban melaza en un estanque grande, desde donde la distribuían hacia pequeños depósitos, en los cuales alimentaban a las vacas, privilegiando a las lecheras y a los terneros. Trozos de plátanos, rabizas y hojas de árboles removidos eran dados a los becerros. La mayoría de las vacas eran del tipo cebúes, otras del tipo holstein.
-Dices, Chepe, que los hombres aquellos todavía siguen trabajando en el platanal…
Hacía poco más de un año que don Samuel enfrentó de palabras a tres de sus peones.
-Sí, y recuerde que hay dos a quienes usted le adeuda….
-No, no les debemos. Se les ha pagado.
-Parece que hoy no nos estamos entendiendo bien con esos hombres, mi patrón. No están contentos, y se ven vengativos.
-Ese no es mi problema. No puedo mantener a todo el mundo contento. Aquí no hay fiestas, aquí venimos a trabajar.
-Es el trato, don Samuel. El hablao.
-Bueno, pero unos mandan y otros reciben órdenes. ¿O es que son mujercitas? ¡Qué se dejen de ñoñerías, de pendejadas, porque aquí hablamos bien claro!
Chepe anduvo el camino siempre mirando hacia el suelo. Pateaba cualquier cosa, tal vez buscando en qué entretenerse. O en qué pensar, mientras acompañaba a su jefe. Se mostraba nervioso, inquieto. Pensativo. A pocos pasos, el platanal. Hojas verdes, mojadas, y el aroma a tierra negra sembrada de plátanos. Se le vio en el Bar Apolo, próximo a Sosúa, cuando el sábado entró alegre, con la cerveza bien fría en sus manos. Allí estaban Felipe, Ramón y Papo, los notó tan pronto entró al salón. Sonaba un merengue en la vellonera. Cinco y treinta de la tarde. Una mujer blanca y de baja estatura se le acercó a Chepe, lo abrazó, le quitó la cerveza y tomó un sorbo llevándose la botella a la boca. El hombre la apretó a la mujer por la cintura, mientras élla sonreía y volvía a llevarse la cerveza a su boca. Tras dejarla, Chepe siguió su camino en dirección a los tres hombres a quienes distinguió cuando penetró al bar, y los saludó sin mediar palabras, excepto una señal con el índice de la mano izquierda, y los tres individuos se mostraron complacidos. Y nada más.
-Buenos días, patrón.
-Qué buenos ni qué buenos días, ¿no ven, carajo, esta jodida lluvia?
Dos hombres parecían esperar al patrón en medio entre los plátanos. Lloviznaba, efectivamente, pero sin fuerza. Eran Ramón y Felipe, quienes entraban y salían de la finca. Peones que se peleaban frecuentemente con su Jefe, don Samuel. Y por cualquier cosa. Siempre hay quienes toleran las discordias y negocian las discrepancias, las dejan pasar para que preservar la amistad o las relaciones laborales; y los hay intolerantes. Así es que Ramón y Felipe, ambos, se asemejaban a don Samuel. Cualquier cosa los irritaba, los hacía enfadar. Probablemente no se gustaban, nunca hubo empatía. Y aunque don Samuel era hombre de muchas mujeres, tal vez el cualquier conflicto con sus peones jamás pudo ser el celo, quizás razones económicas, porque los trabajadores visitaban cada sábado los bares y aún en el día del domingo…seguían de bares en bares.
-Y ustedes, si se puede saber, ¿qué buscan por aquí?
Chepe no decía nada, ni mostraba ninguna sorpresa por la presencia de Ramón y Felipe.
-Bueno, mi patrón, a nosotros no nos gusta la forma que usted tiene para hablarnos a ninguna hora. A nosotros nos parece que usted nos insulta. Que usted no nos quiere…
Don Samuel deslizó sus manos por la cintura, cual si algo buscara en el cinto. Siempre porta una pistola, y casualmente la había dejado en la cocina, al lado del plato donde dejó parte de su desayuno. Sus dos hijos medio distraídos, jugaban en su alrededor, cuando de pronto sintió un golpe en su espalda. Fue Chepe quien lo golpeó con un mazo, y sin pensarlo dos veces Felipe desenvainó un cuchillo largo y lo estocó en la boca del estómago de su patrón.
-No lo suelte, coño, se oyó decir a Felipe.
Los niños huyeron, y sólo se les escuchó gritar: ¡Papi!....
Chepe sostenía por detrás a don Samuel y fue cuando Ramón también uso de puñal para empujarlo en el vientre de don Samuel.
-Norma, Norma….
Volvieron a oírse a los niños cuando llamaban a Norma, la mujer que les había servido los huevos revueltos.
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