lunes, 19 de abril de 2010

El origen de la tierra

Este es un cuento criollo, cuyo autor ignoro. Pero lo reproduzco por su estilo, sencillez. Una buena muestra. El tema ha dado origen a distintas narrativas, y siempre muy buenas.

Cuentan que en el principio existía sólo Ñanderú, el dios creador, que se había hecho a sí mismo. Lo primero que creó fue el lenguaje, las palabras y a otros dioses para que lo hablaran: cuatro parejas que iban a tener hijos también dioses.
Ñanderú tenía un bastón, y quiso que la punta engordara, de allí salió la Tierra.
Para que la tierra no se moviera demasiado creó cinco palmeras inmortales, que se ubicaron
en el Centro, el Este, el Oeste, el Norte y en el Sur.
Al cielo lo apoyó en cuatro columnas de madera iguales a su bastón. Luego creó animales y plantas, como el Colibrí, la Víbora y la Cigarra. Primero cubrió a la tierra con una selva continua. Pero luego agregó campos, con árboles y a la Langosta, que en donde apoyaba su cola desaparecían los árboles y crecía pasto, creándose llanuras. Terminado esto llegó la Perdiz que ocupó dicho lugar. Luego Ñanderú creó al Tatú que vivía debajo de la tierra.
Le siguió la Lechuza, dueña de la oscuridad.
Pronto aparecieron otros animales, los hombres y mujeres.
Hecho esto el Dios Creador volvió al Cielo y dejó a cargo de la Tierra a los otros dioses.
Como algunas personas eran buenas y otras malas, los dioses hicieron cambios, por esta razón mandaron un diluvio. La gente buena subió al cielo y los restantes se convirtieron en:
ranas, peces, etc.
Luego Ñanderú pidió a uno de sus hijos, Jakaira, que hiciera de nuevo a la tierra, éste asignó esa tarea a su hijo Pa-pa Mirí. Éste amasó a la Tierra, la llenó de árboles y nuevos animales y plantas. Hizo ríos, arroyos y piedras.
Un día lo llamó su madre y dejó las cosas como estaban, formándose las montañas, restos de tierra y piedras.

miércoles, 14 de abril de 2010

Sobre don Aquiles Julián

Hace mucho lo conocí pero tenemos unos vínculos tan irregulares que posiblemente le pase por su lado sin que pueda reconocerme, y esto me importa poco. Cuanto me place es la labor que viene desarrollando en su calidad de “editor digitalizado”. ¿Qué está haciendo que me parece loable, importante y comparto con ustedes?
A través de nuestros correos electrónicos recibimos un libro digital, con muchas o pocas páginas, con temas de gran interés; pero la mayoría son libros de cuentos, una novela corta y en algunos reproduce poemas clásicos y modernos. Recoge autores nacionales y de cualquier otra parte del mundo, y recibimos esta publicación sin ningún esfuerzo.
Recientemente nos anunció una colección de narradores dominicanos, de los de hoy, de ayer, anteayer y de los de siempre. Es la tendencia, leer a través de la pantalla de nuestro monitor libros, artículos, informaciones, recibir el impacto de la modernidad. Y si alguien, en este caso Aquiles, decidió hacerlo por cuenta propia, sin pensar si quiera en ganarse unos centavos en esto, lo celebro, lo apoyo y lo subrayo.
Cuando vemos los libros que nos envía no aparece nunca un solo anuncio de ninguna empresa privada ni de ninguna institución gubernamental, lo cual significa que jamás persigue dinero con tales publicaciones y su distribución a través de los correos de todas aquellas personas que conoce o estaría por conocer.
Cuando vi aquello por primera vez, pues me encantó. Y si alguien entiendo que estoy promoviéndolo, perfecto. Es verdad. Porque al hacer estoy tratando de reconocer el
“mérito merecido” de quien hago. En esta caso, Aquiles Julián.

lunes, 12 de abril de 2010

Sobre algunos principios

Cada día me convenzo de la necesidad que tenemos de aprender a pensar con efectividad: ser eficiente y ser efectivo. Y así, aprender a resistir, y aprendido estos dos elementos, lograr alta motivación, una motivación constante. Podemos tener claro el camino, la ruta a seguir, pero perdemos con mucha facilidad la motivación para cumplir exitosamente nuestros retos. Luego, tenemos que aprender a cómo aprender para entonces desamprender aprendiendo de lo nuevo. La otra cosa clave es aprender a comunicarnos consigo mismo y con los demás. En pocas palabras, cinco cuestiones capitales básicas.

miércoles, 7 de abril de 2010

Como si fuera suyo

Cuento – angel barriuso

-Aquí tienes diez pesos. Es lo que le toca, José. A usted, Moreno, tenga lo suyo. Y usted, Ramón, aquí tiene lo que se ha ganado.
Puesto de pie, José se colocó frente a don Pusano, y medio furioso, dijo:
-¡Diez pesos! Pero, ¿cómo va hacer eso, don Pusano, si yo he trabajado la semana entera? ¡No he faltado un solo día de la semana!
Y tratando de aclarar cualquier duda posible, reclamó:
-¡Cuénteme los días de la semana, si no me cree!
El rostro pálido de José estaba sucio, empolvado de la madera, y sudaba. Don Pusano lo miró sin pestañar, con los ojos clavados en lo más profundo de su muchacho. Luego, muy tranquilo, le respondió a José.
-Pues así es. A usted le habíamos dado veinte pesos la semana pasada. ¿Acaso lo olvidó?
-¡Es que no puede ser, usted no me pagó!
-Acuérdese que sí. Piénselo, verá que no miento.
Don Pusano dio la espalda, y cuando lo hizo repitió para sí que nunca miente. José miró a Moreno, a Ramón y a los otros ebanistas, quienes permanecieron en absoluto silencio en cada rincón del estrecho taller. Al notarlos inmóviles, abandonó el lugar sin volver a decir ninguna palabra ni siquiera dejó la ropa sucia ni se lavó la cara y los brazos, como de costumbre.
-Nosotros también terminamos, y nos vamos, don Pusano.
-Nos vemos el lunes, muchachos.
José llegó a la capital durante una mañana cualquier desde El Seibo, donde día a día cuidaba las vacas de su padre en una finca de mucha yerba y pocas reses, con algunas gallinas. Para encontrar naranjas y mangos, tenía que recorrer una distancia dos veces el tamaño del terreno de su padre. “Como dos kilómetros de un lado a otro”, contaba a sus amigos.
A la capital llegó casado con Rolanda Jens, una muchacha graciosa de San Pedro de Macorís. Tenían un solo hijo, de una piel enrojecida, como su padre José, que igualmente miraba con unos ojos verdes, y lo mismo que su progenitor macho, un pelo crespo castaño, casi medio rubio. “No quise esperar a que muriera el Viejo para recibir un pedazo de tierra”, le confesó a su amigo Ramón, cuando en medio de cualquier borrachera recordaba los hatos de El Seibo y el viento seco que de vez en vez soplaba.
Pero el lunes, José fue el primero en llegar a su trabajo y esperó ansioso a don Pusano, y cuando lo tuvo delante sólo atinó a saludarlo, como si nada hubiese ocurrido entre ambos. El patrón, medio sonreído, le puso un brazo en su hombro izquierdo y le preguntó por su familia.
Pasaron dos días y todo transcurría normal, excepto que en sus horas libres José parecía entretenerse con un pedazo de metal, que pulía con esmero en la piedra eléctrica. Fue al cuarto día cuando sus compañeros observaron que tan pronto comía no se despegaba de la piedra eléctrica, con un objeto en sus manos que ya brillaba desde lejos.
-José, tu eres un seibano fuerte. En vez de descansar, como lo hademos nosotros, te pones a fuñir con esa cosa. ¿Qué haces, mi hermano?
-Nada, Ramón, nada…me entretengo.
Una semana después, al medio del viernes había tocones de cedro y caoba, y algunos trozos de pino. Era madera sin pulir, pero en el taller no se podía hacer nada hasta tanto terminaran con entregas pendientes de dos juegos de comedor de seis sillas cada uno y un juego de muebles, y éste último pedido estaba a cargo de José.
-José, ¿ya dejaste descansar la piedra?
-Por qué? ¿Quieres hacerlo, Moreno?
Y uno de los ayudantes estalló en risas, y así rieron todos cual viejos amigos en parrandas. Pronto fue otro día de pago, sábado, y José estaba ya cambiado de ropa. Fue el primero en lavarse los brazos y la cara, y colgar la ropa sucia en un rincón del taller, como de costumbre. Sin embargo, esta vez José tenía en uno de sus bolsillos el objeto metálico al que tanto tiempo dedicó para pulirlo en una máquina eléctrica hasta sacarle filo, cual navaja.
Uno de los muchachos anunció la entrada de don Pusano.
-Ramón, ¿en qué estamos con el comedor que tienes a tu cargo? Ya lo están esperando y necesitamos tenerlo listo a más tardar el miércoles. Los otros juegos, también. En el curso de la próxima semana tenemos que entregar todas las cosas pendientes. Este puede ser un gran mes, y a todos nos puede ir muy bien.
Tan pronto terminó con Ramón, comenzó a llamar uno a uno a cada ebanista, y fue pagándole, dejando de último a José, precisamente el primero en vestirse para esperarlo.
-José, este negocio es como si fuera suyo. Estoy seguro y más que seguro que en El Seibo no te iba tan como aquí. Has aprendido a hacer cosas diferentes. Eres un buen ebanista y un buen tapicero. Y si ustedes no lo sabían, ser un buen ebanista y un buen tapicero es mil veces mejor que ser un albañil. Eso de bregar con cemento y una fuñida pala o un fuñido pico es una brega muy fuerte. Aquí tu trabajas en la sombra, y si quieres hacerte una mecedora para descansar en tu casa, junto a tu mujer y los hijos, mientras ve televisión, lo puedes hacer. Esto es como tuyo.
José lo escuchó atentamente, con una mano dentro de unos de los bolsillos del pantalón. Mientras oía, apretaba el trozo metálico punzante . Moreno estaba a punto de salir del taller, y al verlo tieso se quedó e hizo seña a los muchachos para que nadie saliera del taller.
Don Pusano continuaba inadvertido, hablándole de las bondades del trabajo. José fue acercándose. El trabajo dignifica al hombre, expresó don Pusano. Y José sonrió porque así hablaba su papá cuando él no quería madrugar para ordeñar las vacas. Pero mantuvo una mano en el bolsillo, cual manco. Y volvió a escuchar a don Pusano.
-Así es, José, ven y cobra para que disfrute del fin de semana. Ese juego de muebles te está quedando bien. Sabe, me gustó la forma que le diste al espaldar. No se me había ocurrido una idea así, y eso me hace pensar que un ebanista es como un escultor. Un ebanista bueno, José, es un artista. ¿Qué te parece? ¡Tù eres un artista!
Y don Pusano extendió su brazo a José con un suma de dinero envuelta entre sus dedos.
-Cuéntelo. ¿Sabes una cosa? Tu mereces eso y más…
Y José, con la cara cerrada, como medio distante, cual animal que acecha a su presa, fue acercándose a don Pusano, siempre en silencio.
-Yo te haré rico, José. Tan pronto entreguemos estos trabajos pendientes, haremos un sancocho. Y yo te haré rico.
José empuñó el dinero, y sintió un paquetico más grande que los que pudo recibir en otros días.
-Así es, don Pusano, yo también lo creo.

martes, 16 de marzo de 2010

Otra vez la zona colonial en RD


Hace ya algunas semanas anotaba que los ayuntamientos, y en especial Turismo, debían de hacer de nuestras ciudades espacios para el entretenimiento, la diversión, la animación, que permitan al ciudadano apropiarse de su entorno y liberar la carga de los pesados días, de sus preocupaciones cotidianas, de la fatiga del tránsito y del trabajo, de tal manera que un paseo podamos disfrutarlo con un menú u oferta dirigido a la familia y al individuo, con propuestas gratuitas y otras pagas, y dadas nuestra condición isleña acomodarnos cual estancia turística, de turismo interno e internacional.
Estaríamos repitiendo experiencia de otra naciones, nuestra zona colonial aprovecharla al máximo a los fines de transformarla en un lugar atractivo para todo el mundo, sin necesidad de corromperla ni de hacer de su casco un prostíbulo ambulante. Porque cualquier zona colonial es viva, jamás un cementerio ni una tumba para visitar los altares de aquellos que han cumplido 500 años de historia. No negaremos la historia ni el pasado, tampoco dejarnos morir u agotarnos entre cuatro paredes huecas.
Dijo esto en una ocasión: “República Dominicana es vendida como un gran destino turístico en el Caribe, y efectivamente competimos. Pero nos faltan detalles, formas de aprovechamiento de oportunidades que brotan del sentido común ciudadano. Por ejemplo, fiestas populares que adquieren carácter de tradición en Santo Domingo y en otras localidades e igualmente fiestas de palos en San Cristóbal, Baní y en Villa Mella, por citar algunos eventos casi inadvertidos, con excelentes condiciones para promovernos un poquito más”.
También esto otro: “Hace un tiempecito escribí es esta misma página sobre la necesidad de animar la ciudad, una tarea que perfectamente pueden realizar nuestros ayuntamientos o la Secretaría de Estado de Turismo, porque así como tenemos el Festival del Merengue en la avenida George Washington, de igual manera podríamos emprender otros eventos que adquieran carácter popular y que, de una manera u otra, constituyan razón turística, ya para el turista interno o para atraer a extranjeros deseosos de disfrutar de la espontaneidad caribeña.”
Y estas líneas muy a propósito de la inquietud reciente por nuestra ciudad colonial y sus bares y centros de diversión. Para algunos, las cosas van mal. Hay un desorden. Para otros, estos lugares deben de existir. Reitero: podemos construirnos diversión. ¿Imaginemos a la Plaza España desierta, deshabitada? ¿O las casas cerradas de toda la ciudad colonial, sólo con sus luces recordándonos los tiempos idos de la colonia? Residentes en calles dotadas de ruinas colonias, hoy utilizadas para el esparcimiento ocasional, protestan. Es su derecho. Pero, ¿qué pasaría en el Malecón, el escenario natural de fiestas populares y el festival del merengue, si quienes residentes en edificaciones y hoteles también protestaran? Hay trozos de nuestra ciudad que, aunque habitados por distintas familias, constituyen lugares comunes; pero como tienen igual derechos que los demás, entonces Turismo o nuestras autoridades municipales son las llamadas a mediar a los fines de que respetándonos todos, la ciudad jamás pierda sus encantos, su diversión, su esparcimiento, su ritmo, su cadencia, su música y su bolero.

lunes, 8 de marzo de 2010

Sobre el futuro del periodismo


En estos días, el amigo Lauterio Vargas publicó su libro "Huellas de El Siglo", en el cual relata su paso por el desaparecido periódico El Siglo, que en su momento fue el más moderno de República Dominicana: calidad informativa, de impresión, fotográfica, tecnología, en formato estandar. Surgió, si no mal recuerdo, en 1981 y pocos años después cerró. En nuestro país hubo un gran movimiento respecto a la ralación de propiedad de los medios de comunicación (mcs) cuando el sector bancario optó por la apropiación de estos en forma masiva, y muy pronto -por una razón u otra- entró en crisis. Pues Lauterio, un periodista joven, de la generación de los noventa, nos deja este texto de más de 200 páginas, una especie de memoria. El prólogo que le escribí es el siguiente:
"El periodismo es un oficio apasionante. Su ejercicio es hoyar, tratando de descubrir, siempre, qué cosa hay en el fondo. Pocas veces nos recostamos conformes, pues hay un olfato, una intuición que continúa incidiendo en nuestras decisiones, y cuando perdemos las emociones de su práctica social en la producción de la información y en sus resultados entonces hemos dejado de ser periodistas. Y subrayo pasión, emoción.
Claro, contrario a la comunicación, el periodismo es racional. Todo cuanto hacemos es en torno al dato, a un dato, y hasta con una licencia para especular pero con un objetivo bien claro: la noticia. Y repito aquí lo que otros, con mucha razón, han expresado, en el sentido de que el periodismo es la construcción de un presente, muchas veces desde la reconstrucción del pasado, para tejer una historia. Cronistas desde lo cotidiano para el día a día. Es la historia viva, aquella que será y deberá ser analizada o reservada para los historiadores. Tal vez una misma misión pero con dos visiones de los hechos, tomando la palabra con la palabra. Con vocación para interpretar y analizar los momentos, y refrescar la memoria. El historiador nos devolverá el pasado, el periodista hará del presente un pasado en movimiento para que exista desde la perspectiva del historiador.
El autor de esta obra, sencilla, relata episodios que nos dejan detrás de cada línea el sabor de las experiencias común a cualquier periodista en cualquier parte del mundo; solo que en poquísimo tiempo, Lauterio Vargas optó por contarnos una travesía desde una empresa periodística para reflejarnos una realidad cual espejo a través del cual vemos cómo un joven electricista comenzó a cambiar los voltios por el manejo de datos cual cables de un tendido eléctrico que cree abandonó.
Quienes en algún momento de su vida nos dieron sus memorias lo hicieron desde sus mansas canas, no así este joven periodista joven. Deja sus huellas para alertar a quienes se inician en esta carrera a los fines de evitarnos tropezones e innecesarias fatigas por dejar de comprender su medio ambiente. Todos somos una especie de esponja, y en determinados momentos estamos obligados a exprimirnos, unos antes, otros tiempos después, y habrá casos en que terceros tendrán la tarea de hacerlo por nosotros cuando ya estemos muertos. Lauterio Vargas comenzó ahora, y mis felicitaciones."
En la presentación del libro llamé la atención de las escuelas de Comunicación de nuestro país en el sentido de que debe producirse una reflexión en torno a la necesidad de modificar su oferta curricular, su contenido, porque el desarrollo y/o evolución tecnológica está provocando la desapareción de distintos oficios, y el periodismo -estimo- entrará en una fase de cambio brutal, y aunque hoy ignoremos qué ocurrirá con esta práctica, posiblemente el periodismo, tal cual lo conocemos hoy, será muy diferente. Nuestras escuelas siguen organizadas y operando bajo criterios tradicionales, cual si el papel fuese actualmente el único instrumento para la difusión de un texo periodístico. La simple aparición del celular/móvil nos coloca de cara a nuevas perspectivas del futuro de la comunicación y de la información. Precisamente, el título del libro de Lauterio nos permite una doble interpretación: es la huella de un periodista y es la huella de un tipo de periodismo que posiblemente esté siendo superado, porque se trata de las huellas del siglo XX y el camino del siglo XXI será hecho al andar, como ya lo dijo el poeta Machado, caminante no hay camino, se hace camino al andar.

lunes, 1 de marzo de 2010

Un rock an roll en las yerbas

Angel Barriuso / versión en proceso de corrección /cuento

Para que hagamos el amor tienes que besarme, le dijo el hombre al otro hombre. Uno de ellos es joven, tal vez con 24 años. Si no me besas no te pago, le dijo el más viejo. Solos, ambos, en un cuarto pequeño de un hotelucho de factura china. Y entonces me contó sobre las diferencias de besar a una mujer, que la espalda de los hombres es áspera, que lo quieren todo, cual mujeres bonitas, que lo acaricien, que aquello y que lo otro.
- A principio es difícil, luego te acostumbras.
- ¡Qué te acostumbras!
- Pienso que si, porque al final el placer sigue siendo un placer. Supongo que es lo mismo. Puede ser algo así como la misma vaina.
- Sí, pero en una tú sales y en el otro tú entras. ¿No te parece? ¡No creo que pueda uno acostumbrarse! ¿Lo abrazaste como si fuera una mujer?
Él había abandonado sus estudios en el Liceo Paraguay. Corrían los años setenta. No se a quién conoció ni de sus juntillas. Su cambio fue notorio. Seguí siendo su amigo muy a pesar de que todos se alejaron de aquel muchacho. Su madre, ya muy vieja, cosía, era modista, un oficio del barrio para sobrevivir a duras apenas. Cuando abandonó aquel hotelucho chino ya había hecho el amor con el hombre de hablar pausado, con las delicadezas en sus ademanes de una falsa mujer. Yo le llamaba “Jabao”, a mí me decían “Caco de Erizo”, porque cuando me pelaba bajito, el pelo rizo se erizaba.
Yo apenas cumplía 18 años, y él quiere enseñarme la vida. Su otro mundo comenzó con el consumo de unas pastillas que llamó “toquilón”, que muy pronto cambió por la marihuana, hierba que alternaba con cáscara de guineo, ya seca, puesta al sol, que molía para prepararse un cigarrillo barato. El “toquilón” lo enloquecía. Le transformaba los ojos, se les volvían cristalinos, transparentes, lagrimosos. Y se creía bailarín y cantante, siempre con palabras en inglés, “en el inglés de discos”. Era un fanático del rock an roll de los cincuenta y de los sesenta: Chuck Berry, Little Richard, Aretha Franklin (la Lady Soul). Se entristecía al hablarme del “día que murió la música”, cuando en un accidente de aviación murió Buddy Holly, pero también Ritchie Valens y Big Bopper, tragedia llevada al cine en una película sencillamente melancólica. Y Richie Valens fue nuestro preferido. Muy jóvenes desaparecieron en medio de una fama que iba en aumento.
En su casa conocí los LPs de los más famosos del rock and roll. Yo seguía a Cortijo, con Ismael Rivera y su perfume de rosas, a Cucho Avellanet y su magia blanca tú eres, a Paul Anka en cualquiera de sus canciones o a los Plateros, hasta que Radio-Radio inició su programa vespertino “la nueva ola”, rock and roll en español: Enrique Guzmán, Sol Ye-Yé, Palito Ortega, Alberto Vásquez. Eran otros tiempos, otra música. A ambos nos gustaba “La casa del sol naciente”, una canción en inglés y en español.
Hay un lugar en la ciudad Por donde sale el sol Y nací entre el llanto y dolor En la miseria y sin amor Mi padre no lo recuerdo Jamás lo conocí Mi madre no era buena y se fue Dejándome a sufrir Yo solo siempre e estado o ooo.. Nadie me espera allí Cargando cosas para vivir así hasta morir Oh madre dile a tus hijos Que no hagan lo que yo Perdido en la ruina pecado y dolor En la casa donde sale el sol Hay un lugar en la ciudad Por donde nace el sol Y nací entre el llanto y dolor En la miseria ...
Jabao cayó preso y estuvo en La Victoria durante un largo mes. Había robado junto a una cuadrilla de difícil tratamiento personal por sus aventuras y reincidencias. Algunos de estos cacos vivían en La Yaya, parte atrás. Cuando volvió a las calles era un muchacho adelgazado, medio envejecido, con una mirada apagada, taciturna. La dicha le duró poquísimo. Al segundo sábado de su libertad corrió la noticia como pólvora: quemaron al Jabao, le echaron encima un caldero de aceite caliente. Y en efecto, así ocurrió. Enamoró a la dueña de una freiduría y la habría molestado tanto que la mujer, enfadada o posiblemente atemorizada, le arrojó sobre su cuerpo la sartén llena de aceite caliente, muy caliente. Y este muchacho corrió por las calles sin rumbo alguno.
- Estaba loquísimo, viejo. Me di un par de “toquillones”.
- Y…¿cómo te sientes? ¡Una quemá de ese tipo debe ser la del diablo!
- Viste la vieja, ¿cómo está élla?
- Tu mamá está bien. Es la gente la que habla mucho. Tu mamá sigue con su máquina de coser que ni mira para arriba. Sabes más que yo cómo es.
-No sabía lo que estaba haciendo. Nada más recuerdo que quise ponerle la mano por detrás y luego sentí un calentón. Salí corriendo sin darme cuenta que dolía. Cuando uno está “elevao” todo lo vemos bueno y buenísimo. Tú no sabes de eso. Es una maldita vieja pero la vi buenísima, con un buen follón.
El Jabao quiso manosear a la vieja de la freiduría. Hay gente que al salir de la cárcel desmejora. Su conducta se vuelve un desastre, y al parecer esto estaba ocurriéndole a mi amigo. Lo que se dijo en la calle, él me lo confirmó: había tenido relaciones sexuales involuntarias con hombres de la cárcel. Y claro, habrá salido sin ninguna moral ni decencia, quizás lleno de apariencias, como cuando en medio de la oscuridad llevamos una mano en el bolsillo para hacer creer que vamos armados. Ya no era el mismo hombre de andar rápido y medio juguetón. Era visto cabizbajo. Al salir del hospital me mostró su cuerpo desde la cintura para arriba. Parte del pecho, un trozo de la espalda y el cuello se notaban muy feos. Eran dos tipos de piel: la quemada, que mudó como una culebra, y la otra, medio oscura y manchosa. Y pensar que al hablar de los hombres con quienes se acostó por dinero, su principal queja fue la espalda, que describía con la vista fija en el suelo como algo “mentacoso, como una melcocha Y lo jodón es besar a un hombre. No es la misma lengua. Una mujer es otra cosa, viejo”. Estuvo enamorado de Juanita, una bonita evangélica a quien en ocasiones acompañó a la escuela nocturna del liceo Unión Panamericana. “Eso es diferente, Caco de Erizo. La tipa tabién, me gusta, nos gustamos. ¿Le ha visto el cabello, no te has fijado? Con tu cabello en mi hombro, diría Paul Anka, y yo se que esa canción te gusta. ¿Sabes que Paul Anka es de Canadá? Me lo creía de Estados Unidos, como Nueva York, negro y alto. El rock and roll es de negros, porque, mira, muy pocos blancos cantan bien o requetebién como lo hacen esos negros. Los blancos tienen la voz diferente y los negros como que encolan”. El dinero de los hombres lo gastaba en sus gustos y algunas veces en Juanita.
-La canción de Paul Anka no dice así. No es “con tu cabello en mi hombro”, es con tu cabeza en mi hombro…. Y entonces dentro de mí oí la canción, completa, en su voz original, mientras conversaba con mi amigo: “Tu cabeza en mi hombro, quiero yo tener siempre, acaríciame, cielo, si me quieres tú. Quiero tener tus labios, demuestra que me quieres, un beso tuyo, nena, de dudas me sacará. Quiero ver, si es verdad, que amor nunca existió, quiero saber, si no es verdad, que a ti yo te interesé. Tu cabeza en mi hombro me dirá ahora, nena, lo que siempre he dudado, que me quieres de verdad. Tu cabeza en mi hombro, me dirá ahora, nena, lo que siempre he dudado, que me quieres verdad, tu cabeza en mi hombroooo”.
-Se que no dice así, es que tengo que ponerla como me cuadre, viejo.
Casi quedo convencido de que mi amigo saldría del hospital como un hombre hecho y derecho, porque a quien le queman el pecho y media espalda con aceite bien caliente, cual bofe en una paila, es para que jamás se equivoque. A la vieja, nada le hicieron. A los adictos, nadie los quiere. Y el Jabao es un buen tipo, es un buen amigo. ¿Qué buscaba? ¿Qué yo nunca repitiera sus errores? ¿Compartir sus andanzas? ¿Desahogar conmigo sus penas o desdichas? Lo ignoro. Pronto volví a verlo próximo al liceo donde estudiaba la novia. De muy mal aspecto, medio borracho o drogado. Tal vez una cosa o las dos cosas. Me sentí apenado, triste, dolido, avergonzado. Recordé a Caquito, un morenito, atrapado en mayúscula situación, de quién se burlaron muchas veces porque de buen vestir pasó a lo peor y andaba las calles de un lado a otro medio despistado porque presuntamente “una nota” lo dejó fuera del mundo real, nunca recuperó la sintonía con la realidad. Habría consumido demasiada marihuana, aunque el rumor es que “ligó” la yerba con pastillas.
-Si no comes bien no puedes ni fumarse un tabaquito, me comentó Kilo, el hijo de Tatica. Hay que comer bien porque hasta el romo te pone loco.
¿Qué ocurrió con el Jabao aquella noche? ¿Lo habría dejado la novia? ¿No la vio? ¿Se fue con otro hombre? Nunca lo supe ni lo sabré. ¿Perdió el entusiasmo? Estuvo muy enamorado. Dos o tres veces a la semana salía a esperarla debajo de un incipiente flamboyán, sin bombilla alguna en todo su alrededor. Le basaba los dedos, le acariciaba las orejas, le besaba el cuello y si no veía nadie en la calle, le desnudaba el pecho. Se gozaban porque efectivamente Juanita se sentía bien con este muchacho. No había dudas de la pasión. El recorría su cuerpo sin que se le olvidara el camino. Y élla lo aceptaba complacida. Un día cualquier guardó su ropa interior. Es un recuerdo. Lo inexplicaba es que el Jabao desapareció, ni su vieja supo nada. He preguntada, y nada, absolutamente. Desapareció. Luego su madre, de rostro inexpresivo, y siempre con los pies sobre los pedales de la máquina de coser, seguía esperándolo, porque a él le gusta sembrar. Una matita de muchas hojas crecía en un tarro, y el Jabao la sacaba al patio para echarle agua, y volvía arrinconarla en la cocina. Y mientras, tiempo después, lo recuerdo mientras escucho en la radio precisamente a Aretha Franklin:
Uh check this out / All my friends have to ask if i'm shattered / i say the past is the past and it no longer matters / i've made my mind up, i can make it / i'll be fine even if i got to fake it / i'll keep survivin', ooh / Another night without you / another night night, i know i can get through / another night, it's only / another night, i won't be lonely another night / another night, it ain't much / another night without your touch…. Algo así como que todos mis amigos tienen que preguntar si estoy destrozado / yo digo que el pasado es el pasado y ya no importa / He hecho mi mente, puedo hacerlo / Voy a estar bien, incluso si tengo que fingir / Seguiré súper divino/ ooh / Otra noche sin ti / otra noche, sé que puede / otra noche, es sólo / otra noche, no voy a estar solo / Otra noche / otra noche / otra noche, no es mucho / otra noche sin su toque. ….