viernes, 10 de febrero de 2012

Del modelo y los industriales

Ángel Barriuso / modelo económico

 La declaración reciente de la Asociación de Industriales respecto del modelo de desarrollo es muy clara y comparto su preocupación, pero igualmente su percepción: Hay un momento de redefinición de los sectores productivos o, dicho de otra manera, los sectores productivos viven momentos de redefinición del modelo de desarrollo. ¿Cuál modelo? Es la pregunta de muchos, y con sobradas razones.
 Por lo pronto, insisto en subrayar la observación sobre un mundo en el que viene experimentándose un cambio radical en el perfil del puesto de trabajo, del mercado laboral (la oferta y demanda del empleo) en un contexto de indetenibles avances tecnológicos. Y a lo cual entiendo debemos agregar una crisis de la forma de producción de riquezas en que se ha sostenido el actual esquema de globalización, es decir de “libre mercado”.
  Nuestros países, sin ánimo de pretenderme experto en la materia, puesto que jamás lo soy, están obligados a replantearse aquel modelo promovido en América Latina en los años de los sesenta y setenta, de apoyo “a lo nuestro”, en el entendido de que cada uno de nuestros países tenía un gran potencial para auto-abastecerse de bienes y servicios e impactar como exportadores.
 Lo ocurrido a partir de los años setenta es que nos convertimos exclusivamente en consumidores, es decir en elevar nuestra condición de importadores, de ahí a que escucháramos campañas o promociones en relación a “apoyar lo nuestro”, porque estuvimos abrazados a la sustitución de las importaciones. Se dirá, entonces, que hoy la realidad es otra debido a la interdependencia, y es una absoluta verdad, sin que se convierta en dudas afirmar que cualquiera de nuestros países, aún los isleños, estamos en condiciones de compartir nuestro potencial exportador en relación la necesidad de importar.
 ¿Qué aportaron los chinos continentales, lo mismo que Taiwán, Brasil, Chile, la India, Japón?
  Demostrarse asimismo y al mundo su capacidad de respuesta en cuanto a producir bienes y servicios de competencias en los mercados internacionales. En consecuencia, ganaron un espacio en el mundo, y su inserción nos dice que miremos hacia adentro en aras de recomponernos. En pocas palabras, hay que replantearse nuestra capacidad competitiva en los mercados desde la necesidad de una revisión del papel del Estado en relación a la producción de bienes y servicios. Continuará en crisis la globalización tal cual la conocemos en clara señal de que el mundo está recomponiéndose, y somos parte del mundo.
 ¿Cuál fue el origen de “la crisis de la deuda externa” en los años setenta y ochenta?



miércoles, 2 de noviembre de 2011

La producción de empleos

Ángel Barriuso. Empleos
  En estos días “me topé” con un viejo amigo vendedor de CDs de música “pirateada”, y estaba molesto porque vendía muy poco en comparación a diez y quince años pasados sin percibir mínimamente que su oficio experimentaba un cambio radical pues iba decreciendo en forma significativa su oferta respecto de la oportunidad que tiene hoy cualquier persona de obtener un menú de música gratis mediante un recurso igualmente gratuito: la autogestión y sin salir a la calle.
 En un celular cualquier ordenamos la música a nuestro gusto, y quienquiera nos copia o nos reproduce uno de sus archivos, es decir lo que antes pudo llamarse “discoteca”. Y este simple detalle nos permite medir el cómo impacta social y económicamente sobre mi amigo el vendedor de CDs el desarrollo de la ciencia y la tecnología, puesto que su avance o progreso en igual proporción  provoca la desaparición de distintos oficios, carreras universitarias, estudios técnicos. Asistimos a  nuevas formas de producción social de los empleos o maneras de ganarnos la vida.
 Uno de los factores de crisis en cualquier parte del mundo, más que políticas públicas o negligencias verificables de los gobiernos, radica precisamente en los avances tecno científicos. Y nos preguntamos, ¿cuántas personas empleaban la industria automovilística estadounidense en los años cincuenta o a mediados del siglo XX en comparación al día de hoy? Sin necesidad de usar una taza para leer el presente o el futuro nos daremos cuenta de la realidad: cada vez menos, por la robotización o sustitución del humano en determinados procesos productivos. 
 Cada día veremos el cierre de negocios dedicados al alquiler de películas pero igualmente cines, y ocurrirá esto jamás por culpa de políticas económicas particulares o generales. Desde cualquier computador personal tenemos cine, y sin costo alguno. Amigos tengo que reacondicionan su área de visita (sala), instalan equipos amplificadores y en la pared proyectan filmes en líneas (internet).
 En algunos reportes de prensa internacional sobre el consumo por edad u ofertas del mercado regularmente destacan que la población joven está en menos condiciones de hacer las compras que quisiesen por la falta de empleos. Son los mayorcitos (más de cuarenta años) quienes disfrutan de ingresos fijos y de la alta tecnología, segmentos de la población pocas veces esperados. ¿Qué ocurre? ¿Una distorsión del mercado? Posiblemente remanentes de viejos perfiles del puesto.
  Hoy se nos habla de una crisis del perfil para los puestos o plazas. Están variando las condiciones, los requisitos, la tipología del puesto vacante. Obvio, aún continúan y seguirán por largo rato carreras técnicas y científicas consideradas convencionales; pero dentro de este renglón de lo tradicional o convencional podremos apreciar cambios significativos. Es la crisis del empleo. Bueno, echemos una ojeada a las empresas de zonas francas instaladas en RD, y notaremos los cambios.
 Sin embargo, queda por delante una reflexión, ¿qué pasará con la masa laboral en aumento en una estructura económica incapaz de generar los empleados demandados por segmentos poblacionales? ¿Qué es lo que ha hecho crisis? ¿Es la falta de empleos un reflejo espontáneo de “crisis económica”? ¿Qué podríamos entender hoy por “crisis económica”? ¿Por dónde comenzamos la revisión?

viernes, 14 de octubre de 2011

La reforma fiscal integral

Ángel Barriuso Es una pena que en nuestro país resulte tan difícil dialogar sobre algunos temas en momentos electorales o de campaña presidenciales, porque mientras en el Congreso Nacional estudian la propuesta sobre una Estrategia Nacional de Desarrollo, Daniel Toribio, en su calidad de Ministro de Hacienda, trató de atajar el camino introduciendo un punto capital: una reforma fiscal integral que nos deje en plena libertad de jamás volver sobre lo mismo, es decir superar el “parchismo”. La palabra “parchismo” es inexistente razón por lo cual habría que definirla como parte del buen criollo según la cual es la idea o la lógica de actuar pegando un parcho sobre el otro parcho, y un parcho vendría, por uso en la calle, de parche, por su acción correctiva o la creencia de corregir. En materia de política fiscal me parece que el Estado dominicano viene comportándose cual cuerpo medieval, es decir aplicando acciones de carácter feudal. Toda lógica fiscal, a mi manera de ver en mi calidad de simple ciudadano, ha de conducirnos hacia un incentivo al capital, igual a decir: la política fiscal de un Estado para un país en progreso debe facilitar la producción de riquezas; más que una penalización por crear empleos, ha de ser un incentivo como medida eficaz contra el desempleo. Guardar dinero para ponerlo a descansar en una caja de ahorro es peor, mucho más dañino que los dineros colocados a título de inversión en tierras puestas a producir, en bienes raíces para reducir el déficit habitacional, en fábricas o industrias, en el turismo, en la producción de alimentos, es decir en bienes y servicios. Si el dinero puesto a producir recibe tantos impuestos sean necesarios en base a una “presión tributaria” ideal, una economía de mercado, cual fuere su apodo, queda troncha. ¿Significa eliminar los impuestos o gravámenes? No, imposible. Comparto plenamente una reflexión del economista Andy Dauhajre cuando se preguntó cuánto nos cuesta el Estado que queremos, a lo cual agrego cuánto nos cuesta echar al país hacia delante a través de un plan de desarrollo nacional consensuado, bajo el compromiso de todos los sectores nacionales, sin importar la bandería política, con unos tiempos precisos para a partir de lo cual determinar o decidir una política fiscal del Estado dominicano, útil a cualquier gobierno. Si montar una empresa me cuesta mucho más de lo que aspiro ganar, como negocio al fin, entonces no tiene sentido invertir. Si los impuestos que debo pagar sobrepasan toda iniciativa para la inversión privada, tampoco tiene sentido invertir y, en consecuencia, decidirme en invertir es verme tentado, por necesidad de sobrevivencia, a actuar impropiamente evadiendo al fisco. Insisto, lamento que la propuesta del licenciado Toribio la echáramos a un lado. Es el punto vital de la agenda de hoy, y el país tiene que aprender a sobreponerse a los procesos electorales.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Plan contra la prensa en RD?

No creo que haya un plan gubernamental en contra de la prensa. Acontecimientos aislados provocados por funcionarios con gran capacidad reactiva, posiblemente muy sensibles a las críticas u observaciones ciudadanas respecto de su actuación pública, los saca de su control y/o se muestran intolerantes; pero en modo alguno significa, por lo menos lo creo así, una postura oficial, una "línea política" o cosa parecida. He mi calidad de periodista he trabajado con personas de distintos niveles jerárquicos que ante cualquier eventualidad reaccionan con profesionalidad en cuanto a manejos de conflictos se refiere. Se administran sanamente, sin necesidad de atropella a nadie ni de insultar o molestarse. Asumen una actitud de obvia defensa pero racionalmente. He conocido a otros hipersensibles, incapaces de comprender el rol de la prensa en cualquier sociedad, la gestión de informar de hechos u acontecimientos y, en consecuencia, se entienden inmaculados. Mi postura, cuando he ocupado posiciones de defensoría de una imagen o comportamiento de cualquier empresa privada o institución pública es de que se reconozca y comprenda el derecho de la prensa a informar y el deber de la empresa o institución gubernamental de informar, rendir cuenta porque, por encima de todo, en lo que respecta a la administración pública, obedecemos al ciudadano, es quien vota a favor o en contra, es que aporta el dinero -vía impuestos- para que actuemos siempre a favor del ciudadano, de la sociedad. A los gobiernos y/o al Estado se va a servirle al país, a sus ciudadanos, a la sociedad, por y para el bien de todos, sin ninguna excepción, sin importar el color o símbolo de su partido. Ese ha de ser el principio. No vamos ni debemos ir a servirnos de nuestras funciones. Si usted, como funcionario público, organiza una campaña publicitaria, situación muy común, tiene que darse cuenta (respetar) que está utilizando dineros, bienes, públicos, y la principal defensa es al dinero jamás suyo, de todos. Por lo tanto, calidad pero a bajo costo, defendiendo un dinero que, por su función pública, le toca administrar sabiendo que debemos rendirle cuenta al país. En el caso de un funcionario público que asume la postura de nunca pagar un servicio, ya el agua o la energía eléctrica, se trata de un comportamiento individual. Es una decisión del individuo, muy privada. Sin embargo, desde el mismo momento en que obra como funcionario público sus razones para motivar una decisión individual desde lo privado se revierte en su contra porque la calidad del servidor público, entre otras tantas cosas, está su condición de ejemplarizador, de modelo o referencia de cualquier ciudadano. Y mucho más cuando hay campañas gubernamentales dirigidas al ciudadano para que pague el servicio de la energía eléctrica o el agua recibida en su hogar u centro laboral. Luego, como funcionario público resulta improcedente, contraproducente, negarnos. Es lo que explica las reacciones en su contra que ha recibido el candidato presidencial del Partido Revolcuionario Dominicano, ingeniero Hipólito Mejía, cuando exhorta todo aquel agricultor o productor agrícola a no pagar su deuda contraída con el Banco Agrícola porque cuando él esté en el Palacio Nacional ordenará condonarla. Lo mismo que respecto al llamado hecho a los arroceros. Si criticamos al ingeniero Mejía por tal declaración, no tendríamos calidad moral si optamos por una decisión similar al negarnos a pagar un servicio público. Pero hablamos de la prensa, y mucho más que de violaciones o formas de entorpecer su ejercicio, hay una plena libertad, y se expresa a través de los distintos programas radiales y de televisión, lo mismo que mediante los artículos de opinión publicados por la prensa impresa y/o digital. Insisto, hay manifestaciones de intolerancia individuales, no así como conjunta, del gobierno como unidad.Y cae de la mata la necesidad del propio gobierno de descalificar a todo funcionario público que incurriera en prácticas criticables, de intolerancia.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Huracanes en el Caribe

Huracanas
A propósito del paso del huracán Irene comento sobre lo que entiendo un mal manejo de la información periodística de un acontecimiento provocador, como cualquier fenémeno de la naturaleza, de inquietudes, preocupaciones. La información tiene que orientar, mantener al día y/o al ritmo del acontecimiento a cualquier ciudadano. Pero no ocurre así. Cuando se trata de estos casos, los medios de comunicación o informativos deberían compartarse como simples servidores públicos para contribuir con la tranquilidad del ciudadano, y mucho más viviendo nosotros en una isla del Caribe que jamás logra acostumbrarse o adaptarse a vivir en la ruta de tormentas y huracanes. !Increíble, pero así de cierto! No logramos adaptarnos, hacemos resistencia y, en consecuencia, reaccionamos alarmados, fatigados y desesperanzados cuando tenemos por delante el paso de un huracán. Sencillamente, nos alborotamos.
El domingo 21 del mes, en horas de la noche, estoy en diversión, en un espacio público, cuando oigo hablar del paso por Puerto Rica, una isla vecina, de la "tormenta" Irene y que seríamos azotados, en la mañana del lunes, por una Irene convertida ya en "huracán". Toda información administrada por los medios periodísticos giraba en torno al huracán que nos azotaría. Alrededor de las nueve y treinta minutos de la mañana del lunes 22, los especialistas en estos asuntos, mostraban a través de sus webs mapas que indicaban un cambio de ruta de la tormenta que efectivamente se convirtió en huracán al pasar por el Canal de la Mona.
Canales de TV colocaron un cintillo informativo durante gran parte del domingo y en todo el lunes y aún el martes día 23 en el cual se alertaba a aquellos residentes en zonas de alto riesgo y que, ante cualquier eventualidad, favor de llamar al teléfono de los organismos de socorro. El lunes día 22, aún a las diez de la noche, ningún medio informativo televisivo o radial, que pude oir y ver, jamás se atrevió a colocar un cintillo informativo indicando la posición a tal hora del huracán que atravesa el Atlántico y que había dejado al Mar Caribe, es decir que estaba supuesto a afectar sensiblemente a Samaná, Puerto Plata, Nagua y zonas aledañas pero costeras.
En un noticiero de TV pudo ver un reporto a las diez y algo de la noche del lunes 22, cuando el reportero preguntado a la Oficina Nacional de Meteorología sobre qué podría esperar la población en la mañan del martes 23 pero nada de indicarnos o preocuparse por que cualquier televidente pudiera ver un mapa situándonos el lugar por donde se traslaba Irene. Parece que no nos damos cuenta que la vida sigue y debe seguir su agitado curso, la rutina, y para desarrolarla a cabalidad, requerimos de una información con la cual podamos tomar una decisión más o menos correcta.
Los organismos de socorro han sido eficaces y la Oficina Nacional de Meteorología cumple con su función, cada día mejorando, para satisfacción y orgullo de todos nosotros. Somos los medios periodísticos los llamados a mejorar en el servicio de informaciones de orientación en función de las decisiones que tenemos que adoptar respecto a nuestro día a día. Aún el martes prácticamente se desconocía si Irenía se mantenía en las costas dominicanas o si avanzaba en cualquier dirección. Hoy miércoles ya se decía que iba en ruta hacia las Bahamas.

miércoles, 17 de agosto de 2011

La percepción política

Ángel Barriuso / Percepción política
Si revisáramos los resultados de las encuestas de opinión auspiciadas por los periódicos nacionales desde que el desaparecido diario El Siglo publicó reveladoras informaciones de la empresa Gallup Internacional, la cual posteriormente apareció como Gallup Dominicana, llegaremos a la conclusión de que la sociedad dominicana, desde la perspectiva de su percepción, está convencida de que: a) todos los gobiernos son corruptos y se corrompen los políticos desde los primeros meses de gestión, b)la economía siempre va de mal en peor, pocas veces se muestra convencida de que hay progreso, mejoría o estabilidad, c) no cree en los partidos, pero termina animándose en forma sorprendente en los procesos electoral, cual competencia deportiva, d) muy pocas veces estima que el país va por buen camino y que, en consecuencia, el gobierno de turno sabe lo que está haciendo.
Esto podría significa muchas cosas. De inmediato, creo que la raíz de una mala percepción ciudadana respecto de sus gobernantes radica en la falta de comunicación y de cómo se comunican informaciones vitales. Las políticas públicas merecen un tratamiento pedagógico en su transmisión al ciudadano. La sociedad tiene que asimilarlas como acciones que van a su beneficio, pero en forma real, por cuanto toda conducta gubernamental es una postura de cara al progreso de la población. Cuando los gobernados dejan de sentirse interpretados por sus gobernantes, flaquea la relación del Estado con la sociedad, de las autoridades nacionales con las personas que ejercen su derecho al voto. Tony Puig, experto en comunicación de marca, en uno de sus libros plantea la idea de la complicidad con el ciudadano. Y tiene razón, los gobiernos tienen que convertirse en cómplices de las necesidades del ciudadano, porque todos aspiramos a una mejor calidad de vida.
La intranquilidad, la falta de orientación, la pérdida de la esperanza, entre otros tantos elementos, expresan la falta de comunicación y, en consecuencia, se traduce en una pérdida de la confianza.